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Un olor putrefacto podía sentirse en el ambiente, y no podía discernir si era de día o de noche. Solo sabía que estaba agotado, no podía más. Su cuerpo, que una vez fue fuerte, ahora se encontraba magullado, débil. Y se odio por eso. Ese maldito cuerpo humano lo ponía en desventaja.

Intentó removerse como pudo, para poder encontrar un poco de comodidad, sin embargo, su espalda yacía de un color morado.

Estaba herido, estaba tan jodidamente perdido.

Abrió los ojos con fuerza, intentando poder adaptarse a la oscuridad de donde se encontraba. Su cabello ya no era rojo, sino que tenía tonalidades mucho más claras. Estaba sucio, y podía sentir el peso de la grasa en su cuero cabelludo. Era nauseabundo.

—¿E-Está bien? —oyó una voz proveniente del costado.

Hyunjin se volteó a ver al dueño de esa tímida y patética voz. Era un chico unos años menor que él, pudo percibir. ¿Qué haría metido en este lugar de mierda?

Ese solo pensamiento, lo llevó a observarlo con odio. Era igual que el resto de los que estaban ahí. Una cara bonita no iba a persuadirlo.

—¿Te importa? —respondió brusco.

El muchacho se estremeció por la mirada del de cabello rojos, destilaba un odio tan profundo que le hacía replantearse lo que estaba haciendo. Después de todo, era un alien, era un enemigo, ¿O no? Eso le habían dicho sus padres siempre...

Sacudió la cabeza, enviando sus pensamientos a la parte trasera de esta.

—S-soy Jeongin. —se presentó, dando un paso hacia adelante, de forma que el alien pudiera verlo mejor, este alzó una ceja, y una sonrisa que pareció más una mueca se asomó por sus labios.

—¿Por qué me dices tu nombre? —cuestionó—, ¿Crees que no te mataré apenas salga de aquí? —siguió.

—N-no creo que puedas salir de aquí —respondió, sin pensar—. D-digo, mi padre ayudó a construir esto, y es muy seguro, puede resistir la fuerza de un terremoto. —comentó.

—¿Ah, sí?

El muchacho asintió, sin ser capaz de leer el sarcasmo en su pregunta. Se dedicó a observarlo.

Su estado era deplorable, claramente no lucía como cuando había llegado a la base, pero seguía sin perder esa extraña belleza atrapante.

—¿Qué tanto me miras, niño?

Jeongin sacudió la cabeza, un poco molesto por tanta hostilidad.

—¿Por qué estás siendo así? —le preguntó, cruzándose de brazos—. Solo intento conversar contigo. No he hecho nada para que me odies.

Hyunjin alzó una ceja, y, moviendo sus manos, hizo sonar las cadenas que tenía puestas, sintiendo como estas se clavaban aún más en su piel.

—E-ese no fui yo, —se apuró a decir.

—¿Puedes dejar el puto tartamudeo? —preguntó, cansado de eso.

—Lo siento —susurró, bajando la vista a sus manos—. Pero yo no te hice eso. No me dejan realizar nada aquí realmente. Solo soy el hijo de.... ¿Si me entiendes? —le preguntó, sin darle tiempo a responder—. Así que en realidad, los dos somos cautivos aquí de alguna forma. —intentó sonreír.

—Qué poético. —se burló.

Jeongin se encogió de hombros, decidiendo dar por finalizada la conversación, y así, de alguna forma, podía también evitar la hostilidad del alien.

La puerta se abrió, dejando ver la figura de Choi, que venía seguido de un grupo de personas con batas blancas. Hyunjin se tensó.

—¿Qué haces aquí, Jeongin? —inquirió severo.

𝚟𝚘𝚢𝚊𝚐𝚎𝚛 || MINSUNGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora