Capítulo 2 - Alumnos de segundo año

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Hace algunos años, en la sala blanca...

Recuerdo aquel día como si fuera ayer. Después de una prueba difícil, que resultó en la expulsión de la mayoría de los niños de la quinta generación, los que quedamos podíamos considerarnos joyas en bruto.

La satisfacción de ser la segunda mejor de la sala blanca era un lujo que no disfrutaba del todo, pero no podía hacer nada frente a alguien que era mejor que yo.

Para sorpresa de todos, esperábamos al menos un reconocimiento, un “felicitaciones” o un elogio. La respuesta de nuestro observador fue decepcionante y repugnante:

—“Nada mal, sin embargo, Kiyokata Ayanokoji lo habría logrado sin el mínimo esfuerzo.”

Ese nombre quedó grabado en la mente de todos. Kiyokata Ayanokoji, no era la primera vez que escuchábamos ese nombre; ya era la vigésima vez en todo el mes.

Recuerdo que un alumno se levantó enojado. Todos los que quedábamos habíamos hecho un gran trabajo para ser reconocidos, pero seguíamos recibiendo el mismo trato. Preguntó:

—“¿Quién demonios es Kiyokata Ayanokoji?”

Hasta ese momento, pensé que se retiraría y nos dejaría con esa duda, imaginando a nuestra suerte a este humano "perfecto".

No obstante, todo cambió cuando esta pregunta fue respondida con otra:

—“¿Quieren conocerlo?”

Nuestras caras reflejaban la inmensa curiosidad que nuestro cuerpo no podía disimular. Abrió la puerta y todos fuimos detrás de él.

Mientras íbamos, conversaba con el mejor estudiante de la quinta generación, mi único y mejor amigo en este lugar:

—“¿Cómo crees que sea Kiyokata Ayanokoji?” —Mis ansias aumentaban sin motivo aparente, como si estuviéramos a punto de revelar la verdad de un misterio difícil de descifrar.

—“Un humano, solo eso se me viene a la cabeza.” —A diferencia de mí, a mi amigo no le daba tanta emoción conocer a Kiyokata Ayanokoji como a mí. Más bien, parecía ser la única con interés.

Llegamos a un salón al que no estaba permitido entrar, el único al que no teníamos acceso. Podíamos visitar la sexta y séptima generación, pero nunca a la cuarta, porque no quedaba nadie... bueno, solo él.

Las emociones negativas llegaron a los presentes: decepción, odio, ira. ¿En serio Kiyokata es solo otro niño roto? Lo único que vimos fue que respondió a cuatro exámenes que nosotros también hicimos.

Lo único destacable fue que en el primer examen se tardó 18 minutos, y en el último solo 2 minutos.

El mejor de la quinta generación lo hizo en 10 minutos el primero y en 2 minutos el último. ¿Cuál era la diferencia? ¿Por qué a él lo tratan como un prodigio y a nosotros como basura?

Eso mostraban los demás con sus miradas. Fui la única que transmitió otra cosa: curiosidad. Y esa curiosidad creció cuando vi que su mirada se fijó en mí...

No sé qué significa eso hasta la actualidad. Supongo que desde entonces entró un sentimiento o emoción...

Atte: Chica de la quinta generación.

En busca de la Libertad | Ayanokoji x IchikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora