Capítulo cuatro
La Madriguera
Querido Albus,
Es una pena que no pueda ir a Hogwarts, pero quería decirte que tu relación con Scorpius ha hecho que me den ganas de decirle a mis padres que me gustan los chicos sin pena. Entre Theo y ustedes me hacen sentir que no soy nada fuera de lo común. Sé que hay muchos testimonios y que hoy son relaciones que se ven más todos los días, pero es difícil leer los libros de historia y encontrar parejas del mismo sexo en ellos.
Pd: Voy a un colegio de magia más pequeño pero no puedo revelar su nombre.
***
Es mitad de agosto y Albus se olvidó totalmente de James y Rose, su mente se concentró en buscar maneras de entretener a Scorpius y estar pendiente del Quidditch. Los expertos decían que Inglaterra estaba teniendo su mejor versión en siglos casi y tenía muchas posibilidades de ganar su partido. Esto no hacía que los chicos se perdieran las transmisiones de los otros equipos. Hoy, por ejemplo, en su visita semanal a Malfoy Manor, estaban sentados en el suelo de la sala, pegados a una radio que el señor Malfoy les prestó, escuchando el encuentro de Estados Unidos contra Costa Rica. A su alrededor, tenían varios platos que los elfos le tendieron a lo largo de la tarde. De pura ansiedad, los dos chicos se habían comido todo. Aunque a Albus no se le pasó su amigo obligó a su padre a comer algunos bocadillos.
Una hora después, seguían allí. Scorpius tenía todo el cabello rubio fuera de su coleta de pura frustración. Si el partido no estuviera tan parejo, iban en empate, y el que perdiera quedaba casi automáticamente fuera de toda posibilidad de acceder al mundial, Albus se reiría de él, pero la cosa era seria, los equipos no paraban de igualar sus tantos y los buscadores no dejaban de buscar, aun cuando el de Costa Rica se rompió la nariz a la media hora de empezar el partido, cuando una Bludger le dio de lleno en plena cara. Era todo un problema que el idiota del cometarista se pusiera a hablar de la gente que estaba viendo el partido en vez de los jugadores desde hacía diez minutos.
—Acá es cuando creo que no nos vendría mal esos aparatos que cuenta Thomas tienen los muggles —dijo Scorpius—, esos que muestran imágenes en vivo y en directo. ¿Cómo los llama? ¿Telemotores?
—Televisores —lo corrigió él. Él los conocía—. Rose tiene uno en su casa, pero la usa solo cuando sus abuelos muggles los visitan —se encogió de hombros. No dijo que a él le gustaba a veces ver alguna que otra película. El señor Malfoy estaba presente y vio sus cejas elevarse—. Pero dudo que la magia los deje funcionar en nuestras casas. En la de ellos funcionan porque están en un barrio muggle.
—Pero podríamos hacer unos mágicos —dijo Scorpius como encontrando aquella idea lo más normal—. Y llamarlos telemotores para variar —sus mejillas se habían puesto coloradas por el error. Albus lo atribuyó a que su padre estaba presente. Albus le echó un vistazo. El hombre ahora tenía la mirada en la nada. A Albus le recordó a la de su padre en aquellos tiempos.
Su padre había regresado al trabajo, de hecho, quien lo acompañó a Malfoy Manor fue su abuela Molly, ya que pasaba más tiempo en La Madriguera. Confesaba que le gustaría estar más con su amigo, pero su abuela le había prometido hablar con el señor Malfoy para dejar pasar un fin de semana en La Madriguera a Scorpius. Esperaba que aceptara.
—Padre —lloró de repente Scorpius. Albus vio la reacción enseguida.
—¿Sí?
—¿Podemos ir a ver el partido de Inglaterra? Es horrible escucharlo por la radio... ¡Escucha! —empezó a alzar su voz—. ¡Está hablando de lo linda que es no sé quién en la tribuna!
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El Legado de Potter #3: La niña maldita
FanficEn un mundo mágico donde ya no sabes en quién confiar, aun hay lugar para el poder más fuerte: el amor Harry supo que estaba jodido. No tenía duda. Se sentía atraído por Malfoy. Quería estar a su lado, cuidarlo, apoyarlo en estos momentos dolorosos...