Parte 6 - Rosa

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Última hora de clase, por fin. Los martes eran infinitos, y encima no coincidía en ninguna clase con Lucía. Hoy en el recreo había tenido que hacer una recuperación y no había visto a Lucía desde que entramos al instituto.

Bajé rápido las escaleras, temiendo que mi amiga se hubiese tenido que ir. Salí por la puerta del edificio y desde el patio delantero vi la para mí inconfundible sombra de Lucía sobre la fachada. Me acerqué y nos fuimos juntas andando al cruce donde nos separábamos.

-Tía te tengo que contar-me dijo misteriosamente con una sonrisilla que nada bueno podía traer.

-Cuenta, YA-solía ser ella la que me exigía cotilleos, pero ahora era al revés.

-Esta mañana, en clase, faltó María y en el sitio de al lado adivina quien se sentó-hizo una pausa para que me imaginase mil historias con la loca de mi amiga, que cuando quería montaba unas películas en la vida real impresionantes.-JUAN, o sea no me lo creía, si ese prefiere estar solo seguro. Tuvo que ser un fallo suyo. Pero lo que más me sorprendió tía, se puso a mirarme descaradamente y se me acercó demasiado para preguntarme si iba a una fiesta el viernes.

De todas las locuras esta si que no me lo esperaba, después de todo lo de la trampa de Laura, el idiota ese acechando a mi amiga. Necesitaba saber que opinaba ella.

-¿Y qué hiciste?

-Bueno yo estaba un poco sorprendida, nunca hemos hablado, pero aún así no le dejé que lo notase y yo le respondí igual que él-me dijo tan satisfecha.

-Muy bien hecho locaa, ¿así que tenemos dos fiestas?-dije esperando que no se notase mi incredulidad.

Sabía que Lucía era muy capaz, de eso y de más, pero con lo de Pedro pensaba que le iba a costar más recuperarse. Se ve que me equivocaba, tenía a una nueva Lucía delante de mí, y habría pagado por ver la cara de Juan.

Estábamos en la esquina y yo vigilaba al grupo de Juan, que estaban en la acera de enfrente, como siempre, en el portal de Carmen. De reojo vi cómo Juan nos miraba, se giró y le dijo algo a Marcos y Daniel, que se volvieron a mirarnos. Y entonces, para sorpresa mía y de Marcos, Daniel empezó a cruzar seguido de Juan. Marcos se recuperó de su asombro y con la cara roja comenzó a seguirlos.

Puse los ojos en blanco al escuchar que Lucía seguía hablándome de una clase en la que un niño se había caído de la silla.

-Te he dicho que no me copies lo de poner los ojos en blanco-me regañó Lucía cruzándose de brazos.

-A ver preciosa, aquí viene tu club de fans-le hice un gesto despreocupado en dirección a los chicos ignorando su acusación.

Se giró y se volvió a mirarme, al notar cómo se tensaba sonreí, aún reconocía a mi amiga en ese comportamiento, y me gustaba su cambio, pero poco a poco y sin perder nada de lo especial que ella tiene.

-Ey, ¿qué pasa?-dijo despreocupadamente Juan.

-¿Al final venís a la fiesta?-sonrió Daniel mientras se apoyaba en el hombro de Lucía.

-Claro-confesé yo para no quedarme al margen de la situación.

Se volvieron los tres a mirarme y me fijé en los ojos de Marcos, penetrantes y sonrientes. Daniel empezó a juguetear con un mechón de pelo de Lucía y ella se apartó diciendo:

-Ya nos veremos allí.

Daniel puso cara de ofendido y enseguida nos volvió a sonreír con su dentadura perfecta y blanca.

-Deseando estamos-dijo Juan entre las risas de Daniel mientras volvían por donde habían venido.

Observándolos de espaldas pude apreciar que iban al gimnasio a menudo y que andaban erguidos y seguros de sí mismos. Los típicos chicos populares, un clásico. Lo que no era tan habitual es que viniesen a hablar con nosotras, creo que por eso se acercó nuestro grupo de amigas para ver que había ocurrido.

-¿Qué ha pasado?-preguntó Ana a tres metros de nosotras todavía, con su habitual impaciencia.

Me fijé en Lucía, que dudaba entre pensamientos sobre lo que acababa de pasar.

-Pues que Lucía y yo vamos a una fiesta el viernes, ha sido una especie de invitación por parte de estos, algo tienen que tramar-dije consiguiendo que más de una se quedase con la boca abierta.

-¿Y nosotras podemos ir?-preguntó precavida pero con entusiasmo Tessa.

-Sisi claro-afirmó Lucía saliendo de sus ensoñaciones.-El jueves voy con Rosa de compras, si queréis podéis venir.

-Tessa y yo hemos quedado para un trabajo de Latín, pero a lo mejor María quiere ir. Verás cuando le contemos lo que ha pasado, ni se lo va a creer-seguía parloteando Ana.

Pensé en la confusión que debía de tener Lucía en la cabeza y no pude evitar sonreír. Miré el reloj con disimulo, me estaba muriendo de hambre.

-Oye chicas, yo me voy que ya es tarde-dije mirando a Lucía.

-Sí, yo también, ¿para dónde vais vosotras?-preguntó ella alejando la vista para ver quién quedaba por allí, entre ellos Juan y esos. Que les íbamos a tener que regalar unos prismáticos para que nos viesen mejor.

-Yo voy para casa de mi padre, así que te acompaño un rato-le dijo Tessa a Lucía.

La casa de su padre estaba a un par de calles de la de Lucía y la de su madre estaba cerca de la de Ana y María, con quienes se solía ir la mayoría de las semanas. Tenían unas custodias un tanto extraña, se iba una semana al mes con su padre nada más. No sé si el juez tenía preferencias, si el padre no podía sostener a su hija durante más de una semana o a saber.

Llevaban ya muchos años separados, Tessa sólo tenía dos años. Ha crecido con eso y me daba mucha pena porque por culpa de sus padres era mucho más tímida y no solía contar mucho sobre ella. Es cómo si tuviese miedo a abrirse y que le fallasen, porque ya había sentido el abandono de sus padres, había sufrido en soledad sin recibir la atención que necesitaba. Pero a pesar de eso últimamente se la veía muy feliz, con María y Ana se llevaba mejor pero todas nos llevábamos genial, pensaba mientras volvía de camino a mi casa.

Recordé la última pelea que habíamos tenido, las protagonistas en la cuestión habían sido Lucía y Ana, pero todas habíamos intervenido para intentar solucionarlo. Lo que pasó fue a raíz de Pedro, cómo no. Todas sabíamos que a Lucía le gustaba este año, pero Ana, con su carácter ambicioso, le escribió al chico porque según ella tenían una conexión muy especial en clase. Dijo que no era problema suyo si Lucía no podía sacárselo de la cabeza, pero que todas tenían derecho a cualquier chico y que si Pedro la prefería a ella tenía que asumirlo.

Tuvo que pasar una semana hasta que Ana le pidió disculpas por su egoísmo a Lucía, que no había sabido entenderla. Lucía dijo que la entendía, que ella no quería que eso hubiera supuesto un problema. En fin, todo se acabó solucionando y todos intentamos aceptar la poca empatía de Ana y la estupidez del enamoramiento de Lucía, ya que ninguna podía evitarlo, por lo menos en esos momentos.

-Hola cosita míaaa-le dije acariciando en la cabeza a mi perro, que movía la cola enérgicamente, contento de verme.

Me preparé una ensalada y me senté en el sofá mientras veía las noticias y comía. Me acordé de que mis padres no volvían hasta tarde, mejor, así no tendrían ni remordimientos por no despertar a su hija de la siesta. Cuando terminé de comer me tumbé en el sofá pensando que ya lo recogería luego y me quedé dormida.

Tan sólo un nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora