Parte 16 - Lucía

18 1 1
                                    

—Adiós bombón—me dijo Daniel dándome un abrazo.

Cuando se lo proponía podía parecer dulce, pero los chavales a nuestra edad no eran así. Pensaba mientras volvía a casa sola. Aunque Tessa me había propuesto irme con ella prefería irme a dar un paseo por la costa de camino a mi casa. Me relajaba y me ayudaba a poner las ideas en orden.

Había sido raro cuando entró Juan de repente con María, parecía decepcionado y luego ofuscado. No entendía su reacción para nada, es más, no entendía nada y eso me estaba agobiando. Las sonrisas de Daniel, los momentos en los que lo odiaba con todas mis ganas, las miradas furtivas de Juan y los gestos entre Rosa y Marcos. Eran tantas cosas nuevas de sopetón que no podía asimilarlas, y con la fiesta el viernes y todo me iba a volver loca.

Llegué a casa y no tardé mucho en acostarme, no tenía ganas de hacer otra cosa que no fuese dormir. Pero todo el día empezó a envolverme con recuerdos, así que me volví a levantar y cogí el móvil. Me quedé alucinando cuando vi 20 mensajes de Rosa y 23 del grupo con mis amigas.

Primero me puse a leer los de Rosa, y fue una aclaración tremenda recibir un poco más de información sobre lo que había pasado entre Marcos y Rosa. Nada todavía, pero entre ellos había algo, estaba claro después de que Rosa me explicase todo lo que le había dicho Marcos y cómo se había sentido ella.

Con estupefacción le respondí alegrándome mucho por ella y animándola a seguir con lo que fuese esa relación. Marcos parecía buen tío, esperaba no equivocarme o iba a ser yo la primera en ir a defender a mi amiga.

Luego entré en el grupo y ya me puse de mal humor con comentarios como Uy uy Daniel con Lucía, ¿qué ha pasado?, Todos son tan adorables o Juan se ha llevado desilusión con Lucía.

¿De verdad llevaban razón? No sabía que opinar de ese grupo, siempre había querido tener algún mejor amigo, pero ahora veía el peligro de lo que todas opinasen o de los rumores que podían afectar a la relación. No es que viese en Daniel a un mejor amigo, de hecho al contrario, pero no quería que por estar hablando con un chico opinasen.

Así que sólo respondí: Relajaos que yo con esos nada de besitos. Esperaba que se entendiese perfectamente, pensé apagando de nuevo la luz. Cerré los ojos, y mucho más tranquila por haber dejado las cosas claras, me dormí enseguida.

Abrí los ojos 8 horas después con una pereza impresionante de volver al instituto. Además hoy iba con Rosa de compras por la tarde. Así que me puse unos pantalones de lino ajustado en las caderas y un top de tirantes azul verdoso, un outfit cómodo y precioso para todo el día.

Salí con mi hermana sin echarle mucha cuenta. Pero empecé a escucharla cuando mencionó la palabra "vecino". Lo de compartir muro con el niñato se me había olvidado.

—...y ayer llegó su hermano por la tarde, me dijo que había estado contigo—alcancé a escuchar.

—Ehh sí, nos propusieron quedar un rato y yo iba a salir de todas maneras, así que nos pasamos por donde estaban ellos—le conté ocultando un poco que en realidad habíamos quedado con ellos.

—Ahh, me dijo que le habías curado una herida y lavado el pelo, y que si quería saber qué pasó que te preguntase.

En ese momento odié a Daniel y me prometí devolvérsela, pero mi hermana no tenía culpa de que detestase que hubiese hecho eso, así que le conté lo que había ocurrido desde que Marcos se desmayó hasta que le limpié el pelo a Daniel en el cuarto de baño del bar. Mi hermana no tuvo otra cosa que hacer que reírse ante la situación, que sinceramente se merecía mínimo eso. Pero lo que me puso de mal humor fue su comentario.

—Pues pegáis, sois los dos igual de desastrosos.

No sé que calores me entraron por el cuerpo, pero sé que me aseguré que nadie volviese a pensar eso. No me había hecho nada, pero es que simplemente no podía soportarlo ni un rato sin que lo quisiese matar en algún momento.

La mañana se me pasó rápido, porque aunque pareciese increíble esos días, no se me acercó ningún chico. Estuve hablando con mis amigas de otros temas, cosa que agradecí internamente. Sólo Ana tuvo que mencionar lo buenos que estaban y que le habían caído genial.

A la salida, como ya de costumbre, vi acercarse a los chicos y puse los ojos en blanco. Nada más llegaron me crucé de brazos esperando a que se fueran.

—¿Un mal día preciosa?—me preguntó Juan cuando me vio así.

Ni me digné a contestarle, miré a un grupo de chicas que estaban lejos y fruncí el ceño, como si así pudiera alejarme y evitar ese momento.

—¿Cómo estás?—escuché decir a Rosa, y no tuve ni que ver a Marcos a su lado para saber cómo se estaban mirando.

—Ya estoy bien, sólo fue una bajada de tensión, no te preocupes—pude escuchar ignorando la conversación casi a gritos de los demás.

—¿Por qué vuestra amiga es tan borde a ratos?—preguntó Daniel a mis amigas.

Cogí aire intentando no demostrar las ganas de estrangularle en ese momento. No podía soportar a la gente que se cree el centro del universo y los demás tienen que girar a su alrededor. Por eso mismo quería ignorarlo, para que no se le subiese a la cabeza que todos íbamos a ir detrás suya.

Mis amigas se quedaron calladas, y como eso de situaciones incómodas no iba con ellos se fueron. Lo que demuestra lo cobardes que son, si no les importaba o no era para reírse o pasar un buen rato, desaparecían.

Me fui a casa con Tessa, con quien afortunadamente me sentía cómoda, y confiaba en ella porque era una persona que había sufrido mucho y siempre estaba ahí para los demás, así que sabía que nunca me haría daño.

—¿Estás bien?—me preguntó cuando ya estuvimos a solas.

Medité unos segundos mi respuesta, no era fácil expresar cómo estaba si ni yo lo sabía muy bien.

—No sé tía, es que me parece todo una mierda. Problemas por todos lados, no estar tranquila y en paz, joder es que me agobio.

—No te preocupes, eso son rachas, es lo que pasa cuando algo cambia—me ayudó con su tranquilidad habitual que transmitía cada vez que abría su boca.

Sin darme cuenta me volví a quedar pensando en todo, pero me obligué a reaccionar, era algo que quería cambiar de mí y no me rendía fácilmente.

—Esos me van a volver loca, además todos pensándose que puedo querer algo con ellos y opinando sin saber lo que odio cómo se comportan.

Vi la mirada de Tessa que me entendía, como esa conexión que a veces se siente y sabes que has hecho o dicho lo correcto.

—Son unos burros.

Me sorprendió tanto ese comentario en ese momento que me empecé a descojonar. Ella también tuvo la misma reacción, tuvo que pensar que estaba loca, de pasar de depresiva a súper feliz.

Llegué a mi casa con la barriga dolorosa de tanto reírme, pero me cambió la cara por completo al ver que la puerta de la casa estaba abierta. Entré rápido con mil imágenes de robos y muertes de telediario pasando por mi cabeza.

Asombrosamente todo estaba en orden y no se escuchaba ningún ruido, lo que no supe si era bueno o malo. Lo primero que hice fue ir a ver si mi hermana estaba en su habitación, ya que el salón y la piscinita estaban desiertos.

Abrí de un empujón la puerta con el cartel de Claudia y casi me caigo para atrás cuando vi a Manuel sentado en la cama de mi hermana y a ella tumbada a su lado.

—¡¿Pero qué haces?!—me chilló Claudia incorporándose de golpe en cuanto me vio.

—¡Os habéis dejado la puerta abierta!

Se volvieron para mirarse y mi vecino se encogió de hombros.

—Me da igual, vete—me miró mi hermana a los ojos desafiante.

—Eres imbécil, baja a cerrarla—le devolví la mirada advirtiéndola mucho mejor que con palabras.

Me fui de la habitación y no tardé en escuchar sus pasos bajando y subiendo las escaleras. Podía llevarme mejor o peor con ella a ratos, pero no iba a dejar que nadie, y menos una cría, me dejasen con cara de idiota.



Tan sólo un nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora