Parte 10 - Lucía

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Había estado pensando bastante tiempo sobre lo que había pasado esa tarde, el comentario de Daniel intentaría no tenerlo presente cuando hablase con él. Aunque quisiese seguir enfadada, no podía porque quería por disfrutar del viernes, y tampoco era mi intención que eso nos jodiese la noche a todos.

Por otro lado había pensado en el comportamiento de Rosa y llegué a la conclusión de que no debía enfadarme por eso, en el momento me había molestado, pero sabía que lo había hecho por mí. Además nada de lo que pasó con Daniel fue por su culpa, todo fue por el comentario que se le pasó por la cabeza a él y no supo controlarlo. Se ve que hablaba sin pensar, porque otra explicación no tenía.

Le estaba explicando todo lo que había ocurrido a María cuando tocó el timbre. Le terminé de contar mientras recogíamos y ella se colgaba la mochila porque tenía que cambiarse de clase. La despedí en la puerta y sentí unos brazos rodeándome el cuello desde atrás.

—No estarás enfadada por lo de ayer, ¿no, pequeña?—me susurró en el oído produciéndome escalofríos con su aliento.

—Suéltame imbécil—le ordené con mi habitual carácter.

Como vi que no lo hacía y ya había bastante gente mirando, le di una patada en la espinilla con el talón. Cuando me liberó como acto reflejo, me giré y me acerqué a su oído.

—Esto por lo de ayer, a ver si aprendemos. Y a mí me respetas, ¿estamos?—le repliqué con voz cortante.

Me fui hacia la fuente que había en el pasillo para darme un respiro y alejarme de todo el público, que se habían girado rápidamente al girarme yo y darse cuenta de que nos estaban mirando descaradamente.

No había pretendido empeorar las cosas con Daniel, pero me ponía de los nervios cuando se creía que podía hacer todo lo que quería con los demás. Miré de reojo y vi cómo llegaba Marcos a la puerta de mi clase y se paraba a hablar con Juan, Daniel se habría metido para dentro y estaría tonteando con alguna chica.

Me acerqué a donde estaban intentando simular seguridad.

—Hola—dije tímidamente.

Pero se ve que fui aceptada porque Juan me pasó un brazo por el hombro y Marcos me sonrió. Tal vez no eran tan malas personas como Daniel me había hecho creer. O sí, y me estaban intentando engañar, o quizás eran a ratos, quién sabe.

—¿Qué pasa?—dijo alguien a modo de saludo.

Me volví hacia el lugar de la voz y se me calentó la sangre al ver a Pedro. Me acurruqué en Juan para sentirme mejor e intentando que él no notase nada. Él me acogió con gusto abrazándome con la otra mano.

Pedro se quedó mirando extrañado y en vez de cerrar la boca como le dejé clarito soltó uno de sus comentarios.

—Vaya, ¿a quién tenemos por aquí?—dijo con tono burlón.

Se acercó a nosotros, apoyándose en Juan y mirándome intentando intimidarme. No le iba a dar el gusto, así que me enderecé y le pasé el brazo por la cintura a Juan, apoyando mi cabeza en su otro hombro.

Todos parecieron sorprendidos por mi reacción, yo, tan dura a sus ojos, haciéndome la dulce. No sabían con quién jugaban, yo era una pedazo de actriz, se me daba de maravilla fingir.

Desde pequeña había querido ser famosa aunque nunca hubiese sido popular entre mis conocidos. Encajaba muy bien pero tampoco sobresalía, no era lo que yo quería. Prefería no llamar la atención pero ganarme el respeto de los demás, que reconociesen mis talentos.

Sólo mis amigas sabían que quería ser cantautora o actriz, no sabía si mis padres se acordaban, pero no daban muestras de ello. Y no era porque lo ocultase, si no que a veces sentía que no le importaba a nadie más que a ellas. Por eso dependía mi estabilidad emocional de la gente que quiero, porque si no le intereso a nadie, ¿para qué vivo, para mí nada más?

Tan sólo un nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora