Parte 9 - Rosa

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Me despierto y como una autómata hago mi rutina de mañana. Me levanto, hago la cama, me visto, desayuno y me arreglo. Abrí la puerta de la casa mientras, recordaba el día anterior. Había cometido muchos fallos y no sabía si Lucía me lo había perdonado realmente. Estaba muy arrepentida de todo, para otra vez dejaría de tomar las decisiones de los demás.

Ayer cuando llamó a mi timbre me asomé a la ventana, y al verla con Daniel, quise darles una oportunidad a conocerse. Pensé que le vendría bien para superar a Pedro, que por mucho que dijese que estaba bien, nunca le iba a venir mal conocer a otros chicos. Así que rápidamente apagué el móvil por si me llamaba y no respondí a las insistente llamadas al timbre. Seguí asomándome a la ventana cada poco tiempo para asegurarme de que todo va bien.

La última vez que me asomé la vi sentada y sola, y rápidamente fui a abrir. Cuando abrí estaba ensombrecida y me gritó histérica:

—¿Dónde coño te habías metido? ¡Cómo has podido dejarme plantada!

Sus gritos sonaban todavía en mi cabeza como recordatorio de mi culpa. Había intentado articular palabra, sin mucho éxito.

—Por-Porfavor—inspiré para calmarme, me daban pánico esas situaciones—relájate.

—¡¿Que me relaje dices?! Llevo aquí esperándote un buen rato y me lo has hecho pasar fatal. ¡Y me dices que me relaje! Esto es increíble—siguió echándome en cara.

—Pasa y te lo explico por favor—le supliqué con los ojos humedecidos.

Recordé su esfuerzo por respirar y pretender escucharme. Miró hacia otro lado y entró para sentarse en el sofá mientras miraba por la ventana.

—Me quedé dormida sin darme cuenta—murmuré mirando el suelo.

Estaba asintiendo cuando le cambió totalmente la expresión de la cara y se puso de nuevo en pie para dirigirse a la puerta, con los ojos llameando de enfado.

 —No te vayas, quédate, no tenemos tareas ni nada, pasaremos un buen rato—intenté solucionar.

—¡ME HAS MENTIDO!—dijo más furiosa todavía.—No me voy a quedar aquí contigo creyéndome tus mentiras.

—Lo siento mucho, sólo quería ayudarte, te lo prometo—aseguré desesperada.

—¿Y en qué me querías ayudar si se puede saber?—intentó averiguar con la mente un poco más fría.

—Te vi con Daniel y pensé que pasarías un buen rato con él, que podrías conocer a más gente y sentirte mejor—le dije intentando sonar convincente, después de todo no sabía si me iba a creer aunque le estuviese diciendo la verdad.

Lucía había empezado a andar en círculos apretando los puños.

—No me lo puedo creer, tienes que dejar de pensar en ti misma, no eres tú y tu mundo, también estamos los demás. Y gracias a ti todo ha empeorado con Daniel, ahora estaré incómoda en la fiesta. Genial, gracias.

—Tía lo siento mucho, no debería haberos dejado tanto tiempo.

—¡Es que tu no tenías que decidir, ni mucho ni poco, NADA!—me espetó sin paciencia alguna.

Lo malo de Lucía era que siempre lo tenía todo bajo control, y cuando algo se le escapaba se ponía de los nervios.

—Te he dicho que intentaba lo mejor para ti, ¿no te enteras?—sabía que no estaba en condiciones de elevar la voz, pero no pude evitarlo. Se estaba pasando.

—¡¿Joder no entiendes tú que él sólo me puede hacer daño?! No hay ningún chico que me vaya a tratar bien, ¿cómo puedes esperar eso de él?—estaba muy alterada, demasiado, algo había tenido que pasar a parte de mi metedura de pata.

Tan sólo un nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora