Se habían ido hacía rato Marcos y Rosa, ellos sí que se lo montaban bien. Yo estaba con las amigas de Lucía, Ana sentada junto a mí con una mano en mi pierna, y María y Tessa enfrente de pie, hablando entre ellas.
—Es que tu no viste el leñazo que se pegó—dijo entre carcajadas María.—Iba tan centrado en correr que ni se dio cuenta de Lucía.
Sonreí al recordar el momento caótico en el que Daniel no sabía ni dónde tenía las piernas. Marcos daba bastante miedo tirado en el suelo, suficiente como para poner a su amigo de los nervios, tanto como nunca lo había visto.
—Yo creo que entre esos dos hay algo—soltó Ana consiguiendo todas nuestras miradas.
—Qué dices si se odian—aseguré yo revisando todos los recuerdos en los que estaban los dos presentes.
—Hacedme caso, tengo un presentimiento—dijo con una sonrisa presumida.
Por lo que conocía de Ana, tenía bastante ego. Pero era curioso lo que decía, sinceramente ni había considerado esa opción. Lucía y él se habían ido hacía rato a que se limpiase Daniel.
Lucía era una chica diferente, no conseguía entenderla. Pero cada vez que la tenía cerca quería estar junto a ella en todo momento, y me jodía que en ese momento fuese Daniel el que estaba con ella y no yo.
—Hace mucho que se fueron, ¿no?—pregunté levantándome nervioso, intentando mostrarme únicamente un poco inquieto.
—Y qué más da, vamos a dejarles su tiempo—intervino de nuevo Ana con esa sonrisa que empezaba a detestar.
—Yo voy a buscarlos—dije con seguridad, y ante las atentas miradas de las demás, agregué—no vaya a ser que Daniel esté peor.
Me levanté recolocándome la camiseta y me revisé el flequillo con la mano, con un gesto que atraía siempre las miradas. Miré hacia el bar y me fui alejando sin mirar atrás.
—Voy contigo—se acercó María a paso rápido, le asentí.—¿Tú crees que seguirán en el bar?
—Eso espero, pero si no están voy a buscarlos por ahí. Soy de los que no se pueden quedar sentados esperando.
Se rio suavemente y me giré a mirarla, tenía una sonrisa perfecta. Sus labios brillantes por gloss enmarcaban los dientes blancos alineados, transmitiéndome una sensación de paz y seguridad. No sé que cara tuve en ese momento, pero cuando me di cuenta María dejo de sonreír y habló un poco avergonzada.
—Yo si tengo un poco más de paciencia, pero me gusta cambiar de aires.
Asentí mirando al frente, estábamos a las puertas del bar y nos pusimos a mirar alrededor intentando localizarlos.
—¿Entramos?
Le respondí cogiéndola de la mano y tirando hacia dentro del bar. Tenía una barra llena de gente, pero no veía los reflejos rojizos del pelo de Lucía por ningún lado.
—Quizás estén en el baño, lavando la herida con agua.
Esta chica es inteligente como ninguna, pensé dirigiéndome a los baños. Nada más abrir la puerta me encontré a Daniel sentado en el suelo mirando de cerca las pecas de una Lucía centrada en su piel alrededor de su herida. Me quedé impactado, aunque no tenía de qué sorprenderme.
—¿Cómo va la herida?—preguntó María sin soltarme la mano.
Los dos volvieron la cabeza a la vez con un respingo. ¿Con que nada de lo que sorprenderse, no?
—Eh sisi, mucho mejor—se apresuró a aclarar Daniel, y volvió la cabeza a Lucía.—Deja que adivine, ¿vas a estudiar medicina?
Lucía seguía en su mundo, pero consiguió mirar a mi amigo a los ojos para sonreírle. No tuve que ver más, me giré de golpe, soltando a María. Me alejé cerrando la puerta tras de mí con más fuerza de lo que habría querido. Pero no escuché el golpe, aún así seguí andando. No tardó mucho María en alcanzarme y seguir caminando a mi lado en silencio.
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Tan sólo un nosotros
JugendliteraturLucía es una adolescente que tiene una historia por vivir que ni ella se imaginaría. Todo comenzó cuando tuvo que olvidarse de su crush e intentar no volver a caer en algún descuidado flechazo de Cupido, cosa que no es nada fácil a esa edad. Y por m...