Y de repente me había abrazado, y yo no me había apartado. Daniel, el siempre imbécil de la clase que se cree el centro de atención, centrándose en alguien que no era él. No me lo esperaba así, pero en el poco tiempo desde que lo había conocido me había demostrado que tenía muy poca sensibilidad con los demás, aunque intente aparentar que conoce a toda la gente a la perfección.
Pero yo sabía que él no era así, y él también, suficiente para tener en común. Demasiado, habría dicho yo, no creía que pudiese soportarlo. Por eso me separé, dejándolo claramente desubicado e indefenso. Pero tuvo suerte de que una llamada de teléfono lo devolvió al mundo.
—¿Qué?—respondió sin más tras descolgar.
—¿Tío dónde estáis?—pude escuchar a Marcos al otro lado de la línea por la cercanía del teléfono, ya que Daniel junto a mí.
—Pues en dos minutos llegamos.
—¿Quiénes venís?
—Lucía y yo, pero las demás llegarán en un rato.
Me gustó como pronunció mi nombre, con una "c" susurrante, pero más me gustó escuchar el "Claro cómo no, Lucía" de Juan, molesto seguramente por no estar con nosotros. Yo solía estar pendiente de cada detalle e intentaba comprender los comportamientos de los demás.
—Lucía, espabila—me dijo Daniel moviendo la mano delante de mis ojos para que reaccionase.
—Joder, ¿qué quieres?—me sobresalté y lo fulminé con la mirada.
—¿Puedes volver a este mundo?
¿Pero cómo se atrevía a ser tan descarado y no dejarme mi espacio? Se me estaban quitando todas las ganas de salir, así que saqué el móvil y le insistí a Rosa en que se diese prisa, no quería pasar más tiempo a solas con este energúmeno y sus amigos, que serían iguales.
—¿Alguna vez te han dicho que cambias al segundo de irte a otro espacio paralelo?—me preguntó con sorna.
—¿Alguna vez te han dicho que no te metas donde no te llaman?—le respondí imitando su tono.
Me miró abriendo los ojos, provocando que la luz del día le hiciese brillar sus tonalidades canelas que se escondían habitualmente entre sus largas pestañas.
Le alcé una ceja en respuesta, ignorando mis pensamientos. Y él giró la cabeza para romper las miradas entre nosotros, no querría que le adivinase los pensamientos. Seguimos andando en silencio y cada uno a lo suyo, por eso me extrañó volver a escuchar su voz. No es que me hubiese olvidado de que estaba andando a mi lado, ni mucho menos, porque estaba analizando sus movimientos.
—Ya mismo llegamos.
Asentí a modo de respuesta, sabía que él también me tenía controlada e iba a ver perfectamente mi gesto con la cabeza. Iba andando con una soltura impresionante, para nada se le notaba la tensión que realmente debía sentir. Parecía que siempre llevaba atrás un fotógrafo, porque desde un mínimo gesto hasta su forma de andar eran perfectos, cómo se peinaba con la mano devolviendo a su aspecto habitual los pelos agitados por el aire, cómo movía los brazos para que se le marcasen los músculos trabajados en el gimnasio...
Ya íbamos por el paseo marítimo, así que miré hacia el mar, topándome con la cabeza de Daniel en medio. Escuché las olas, eclipsadas por el ruido del gentío de los bares, observé el reflejo difuminado del sol en el mar con los mechones del pelo negro de Daniel. Tenía el pelo tan oscuro que contrastaba con todo lo que lo rodeaba, hasta con su piel un poco morena y sus ojos canela.
Lo vi suspirar e inspirar profundamente en silencio, lo observé mientras parecía mimetizarse con la brisa marina, pero un grito rompió todo el ambiente y Daniel se sobresaltó.
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Tan sólo un nosotros
Teen FictionLucía es una adolescente que tiene una historia por vivir que ni ella se imaginaría. Todo comenzó cuando tuvo que olvidarse de su crush e intentar no volver a caer en algún descuidado flechazo de Cupido, cosa que no es nada fácil a esa edad. Y por m...