Parte 3 - Marcos

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Quedaba una hora para irnos a casa y pensaba en si volver a hablar con ella. Sabía que nos íbamos por el mismo camino a nuestras casas, la veía desde que éramos chicos, pero nunca me había acercado. No me hacía falta que me acompañase Rosa a mi casa, mucha gente podría pensar cosas que no son, además a veces no la entendía, hacía cosas que me sorprendían y me gustaba tenerlo todo bajo control. Decidí mejor no hablarle y ya mañana le explicaría mejor lo que ocurrió para ver si conseguía volver a entretenerme con ella en mates.

Cuando pasó la hora me dirigí a la salida con Juan y Daniel, que estaban en mi clase. Pedro y Sebas, también de nuestro grupo, estaban en la otra clase con Laura y Carmen. Nos juntamos todos y nos fuimos andando hasta el portal de Carmen, donde nos despedíamos todos.

—Tenemos que repetir lo de ayer —dijo Laura con los ojos brillantes por su maravillosa idea.— No sé cómo pudo pensarse que podía tener algo con mi Pedro.

Laura se giró para pasarle la mano por la espalda a Pedro, daban asco, eran una pareja muy tóxica y eso que sólo llevaban una semana. Salíamos en grupo todos pero aún así ellos siempre estaban distantes y a lo suyo, y Pedro había dejado de ser el que era para convertirse en la sombra de Laura.

Estaba seguro de que Laura sólo lo hacía por las fotos que subían abrazados en la playa o sentados juntos en los bancos del parque, para poder restregarle a Carmen que tenía algo que ella no. Y no sólo a Carmen, todo lo que planeó para reírse de Lucía no podría hacerlo si de verdad quisiese a su novio.

Pero yo no me meto en esas cosas, conozco muy bien a Pedro desde pequeño y sé que le vendría bien darse cuenta él solito de lo que quería hacer con su vida. Así que decidí hace tiempo centrarme en mis amigos, y ahora me solía pasar las horas con Daniel.

Él era genial, pero Juan se metía con todos y más con Daniel, que se acercaba a todas las chicas y lo ponía celoso. Pero a mi no me molestaba, sabía que Daniel era un buen tío.

—Oye Dani, ¿te pasas esta tarde por mi casa?—le sugerí mientras le chocaba la mano y le daba unas palmadas en la espalda.

—Venga vale, pero enchufa la Play—aunque pareciese un interesado, venía a mi casa cuando él tenía una tele más grande y unos mandos con luces y todo.

Después de unas horas, apareció Dani en mi habitación. Mi madre lo habría dejado entrar, ya estaba acostumbrada, y me apostaba todo a que dentro de un rato se asomaba por la puerta con la excusa de ofrecernos merienda. Pero luego ya no volvía a aparecer, es más, siempre invitaba a Dani a quedarse a dormir.

—Bueno, ¿qué me querías contar?—dijo tumbándose en mi cama y quitándose los zapatos con la tranquilidad típica de él.

—Algún día te quedarás sin tu sexto sentido chulo, así que no te pases de listo.

Se le escapó una carcajada y me lanzó un cojín que pude atrapar al vuelo.

—Sabes que siempre haces lo mismo, ¿no? No hace falta tener un sexto sentido ni mierdas de esas que te inventas—me aclaró con una mirada burlona.

—Ya claro lo que tú digas—sabía que tenía razón pero la ley no escrita decía que no podía asumirlo delante de él, aún así quería decirle una cosa y no me la iba a callar.—Ayer nos pasamos, no debería haber colaborado en ese absurdo plan de niña chica de Laura. No sé porqué fui.

—Ya, todos sabemos que esa tía está mal de la cabeza, pero Pedro es nuestro amigo. Aún así no pienso ir a otro de sus jueguecitos—me quedé más tranquilo sabiendo que Daniel pensaba lo mismo que yo.

—He hablado con Rosa para decírselo pero estaba molesta, a Lucía se le veía afectada—dije mirando al suelo, tenía que decírselo.

—¿Quién te mola de las dos?—me preguntó directo intentando leerme la mente con sus ojos fijamente puestos en mí.

—¿¡Pero qué dices tío!?—ahora fui yo quien le lancé el cojín. No quería que lo supiese.

—A ver las dos están buenas, ¿y si las invitamos algún día?—no sé porqué me extrañó que se hubiese fijado en ellas, seguro que se había pegado más de la cuenta alguna vez hasta con ellas.

—Si yo saliese de fiesta...—susurré para mí, pero Dani consiguió oírme. Cada vez me sorprendía más.

—Este viernes hay una fiesta en Luck, ¿tienes una camisa blanca y unos vaqueros?—hizo como siempre de las suyas con un tono divertido.

—Sí tengo, pero—no pude terminar.

—Pero nada, y vamos a invitar a esas dos—no hacía falta que dijese nada más para saber que el viernes iba a ir a esa fiesta en la disco Luck.—Y ahora enciende la Play que ya toca, por cierto tu madre ya está tardando.

Y justo en ese momento, como no podía ser de otra manera, abrió la puerta mi madre con una bandeja de galletas. Miré a Dani alzando una ceja con un aire intrigado y divertido. Mi madre se tuvo que dar cuenta porque nos preguntó si había algo que ella debería saber. Daniel soltó una carcajada y soltó tan tranquilo:

—Es que Marquitos es fan mío, pero no te preocupes, le voy a enseñar todo lo que sé para que todos estemos orgullosos de él—le divertía hacer de hermano mayor, pero sabía que no podía darle el gusto de verme molesto.

Así que sólo puse los ojos en blanco y cogí la bandeja que mi madre me ofrecía sonriendo sin apartar la mirada de mi amigo. Ese era el efecto que conseguía Dani en la gente cuando quería, pero cuando se trataban de chicas jóvenes era otro nivel más, si es que podía superar la admiración que le tenía mi madre.

Cuando Daniel se fue un par de horas más tarde, fui al salón y mi madre me atrapó nada más entrar con sus insistentes preguntas:

—Mi niño, ¿vas a ir a una fiesta el viernes?

Me giré atragantándome con mi propia saliva y empezando a toser. Mientras mi mente trabajaba a mil por hora para buscar alguna escapatoria rápida.

—Sí mamá, me ha invitado Dani. Por cierto yo tenía una camisa blanca, ¿no?—dije contraatacando con una pregunta para evitar sus posibles comentarios.

—No hijo, esa se te quedó chica ya, hay que ver cómo creces.

Genial, ahora tenía que irme a comprar una camisa con mi madre, que se ponía insoportable en las compras. Me fui a la tranquilidad de mi habitación y no fue hasta que estuve frente a la puerta cuando me di cuenta de que no podía haberse enterado sin haber escuchado detrás de la puerta. Le pegué una patada a la puerta, que se abrió del tirón. A saber de qué se había enterado mi madre, no me la quería imaginar si pensaba que me gustaba alguien.

Tan sólo un nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora