Como un depredador. 08

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-08-

Megan

Desperté en una habitación del palacio, eso seguro.
Estos lujos no podía dárselos nadie más que las personas que aquí dentro vivían.

Pero para mi suerte o desgracia, no era mi habitación.

Dios, ¿De quien era?

Escuché que en la ducha había alguien dentro, cosa que me asustó.
Intenté levantarme de la cama, pero lo único que logré fue caer de bruces en el suelo intentando sostenerme de un jarrón que había en la mesita de al lado.

Y sí, el jarrón se quebró.

Me quedé petrificada por el impacto.

Hice un esfuerzo sobre humano para al menos sentarme y gracias al cielo lo logré.

No podía caminar, mis piernas y además mis brazos se sentían débiles como gelatina.

Ya no estaba mareada, pero aún tenia muchas nauseas y un dolor punzante que atravesaba mi cabeza, el cuál tenía que soportar.

Entonces, escuché la ducha detenerse y el pánico me invadió.

¿Y ahora qué?

Ya lo verás

La puerta del baño se abrió y de allí salió Peter, con solamente una toalla enrollada a su cintura.

Una bendición, en verdad

Tenía el pelo humedo por la ducha y una expresión preocupada que se transformó en divertida cuando me vió sentada en el piso con cara de aterrada.

—Despertaste rápido, a penas van 4 horas, ¿Cómo te sientes?

—¿4 horas?—Pregunté, aún perpleja

—Eso mismo.

—¿Que hago aquí?

El alzó una ceja—Estás aquí, pasando los efectos de lo que sea que te tomaste en la taberna.

Intenté analizar la situación; me drogaron, me sacaron afuera y vine parar aquí y... el tipo.

—Habia un hombre molestándome.

—Ya lo sé, y mande al bastardo a donde pertenece de una golpiza.—Dijo, con aires de superioridad.

—Yo... eh, gracias supongo.

El pelinegro rió—No eres buena para los agradecimientos por lo que veo—comentó mientras se acercaba a mí—Pero luego arreglaremos eso.

De pronto las náuseas se intensificaron.

—Las... Náuseas—Emití bajo.

Peter me tomó de la cintura y pasó uno de mis brazos por sus hombros para darme soporte.

Me gustaría decir que el malestar me evitó sentir algo ante el contacto, pero mentiría.

Mejor decir la verdad, eh.

Llegamos al baño, y luego de abrir el inodoro, me vinieron las arcadas que fueron desparramadas allí, mientras Peter me sostenía por los hombros y aguantaba mi cabello.

Luego de eso, todo se volvió oscuridad otra vez.

•••

Al abrir los ojos una vez más, me encontraba ya en mis aposentos.

No tenía la menor idea de en que momento había venido a parar aquí, solo sé que vomité y me desmayé en brazos de Peter.

Pero pues, lo que ahora me preocupaba era Clarissa.

Bestia [El peligro que te acompaña]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora