Cuando la verdad sale a la luz, es cuestión de tiempo en que lleguen las consecuencias, para Kira significó perder a su padre, lo que ocasiona que se embarque a una aventura donde descubrirá más sobre el mundo y sobre si misma, nuevas personas llega...
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Llevo días sin saber nada del avatar. Esto me está carcomiendo la cabeza y tengo los nervios de punta, cada vez que siento que los voy a capturar, se me escapan de las manos y hacen que me vuelva loco. Suspiro y golpeo la pared de mi habitación, en eso entra mi tío.
–¿Está todo bien príncipe Zuko? –entra y cierra la puerta detrás de el.
–No –suspiro de nuevo y me siento en mi cama– siento que nunca lograré capturar al avatar, no he sabido de el en días.
–Ya veo –se acerca y se sienta a mi lado– ¿seguro qué es solo eso?
–¿A qué te refieres?
–Siento que tu preocupación va más allá del avatar –dice pero al ver mi cara de confusión suspira y prosigue– ¿estás seguro de que es únicamente el avatar lo que ha rondado tu mente?
–Claro que si, no he parado de buscarlo todos estos años.
–Si bien eso es verdad, se que el avatar no fue la única persona en ocupar tu pensamiento.
–¿Cómo lo sabrías? no puedes leer mentes –me cruzo de brazos y frunzo el ceño, por como me miraba sabía perfectamente a quien se refería– no, no, no, no es necesario que intentes hacerme hablar sobre ella en cada oportunidad que se te presente.
–Solo trato de ayudar, se lo dije a ella –frunció el seño pero siguió con su tono calmado en la voz– se han negado a hablar como personas decentes durante mucho tiempo y las heridas que no curaron siguen lastimando.
–¿Se lo dijiste a ella? –me levanto molesto– ¿en qué momento?
–Cuando te uniste a los piratas –dijo con tranquilidad– mira, hasta que no aclaren los malentendidos que los separan no podrán superar nunca ese momento de sus vidas.
–Estoy cansado, ¿podrías dejarme solo? –le doy la espalda y bajo la mirada, mi tío suspira.
–Está bien, nos vemos luego príncipe Zuko –salió de mi habitación y yo me tumbé en mi cama.
–Ella no quiere hablar conmigo, y, en parte lo entiendo.
Recuerdo la pelea que nos separó, tu cara de dolor, las lagrimas que nunca esperé ver saliendo sin control de tus ojos, todavía puedo sentir la opresión en mi pecho al escuchar que te irías, las ganas de correr hacia ti y pedirte perdón de rodillas por haber sido tan cruel. Pero no lo hice, mi estúpido orgullo me impidió disculparme, y lo sigue haciendo, al verte mi arrepentimiento se esconde detrás del dolor y la traición que sentí.
Sentí como golpeaban mis barco, al salir a cubierta descubrí no solo a un polizón en mi barco, también a una cazarrecompensas, la cual llegó a darme la solución a uno de mis problemas.
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