Ⅴ.

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Kyungsoo manejó a la casa donde vivía con su tía Shinhye.

Era una casa pequeña de dos pisos. No era mucho en comparación con la casa en la que JongIn había crecido, con empleados, jardines y un camino bordeado de árboles de casi un kilómetro antes de llegar a la puerta principal.

Shinhye le había dado la habitación de invitados y le había ayudado a
transformar el cuarto de servicio en una habitación para Jongsoo.

Habían utilizado su cocina para hacer pruebas con las recetas de su familia hasta que se habían sentido con fuerza suficiente para abrir la panadería.

A cambio, Kyungsoo la había ayudado con el mantenimiento general de
la casa, había plantado plantas en las jardineras de la entrada y en el camino, y le había enseñado a Shinhye a usar la computadora para comunicarse con sus amigas del colegio, con las que jamás había pensado que volvería a estar en contacto.

Aunque Kyungsoo pensaba que nunca podría recompensar a su tía por
todo lo que había hecho por él cuando más lo había necesitado, Shinhye insistía en que disfrutaba de su compañía y se alegraba de volver a tener tanta juventud y actividad en su casa.

Respiró hondo y se miró en el espejo del baño por última vez, aunque no sabía por qué se molestaba. Era cierto que hacía tiempo que no tenía ningún motivo para arreglarse, sobre todo, dos veces en un mismo día. No pretendía impresionar a JongIn esa noche. No, sólo quería tranquilizarlo.

Después de haberlo llevado hasta el hostal y haber permitido que después lo dejara en La Tiendecita Dulce, JongIn había terminado su día en la panadería, había cerrado y se había ido a casa con Jongsoo y con su tía.

Mientras que Shinhye había preparado la cena y había entretenido a Jongsoo, Kyungsoo había corrido escaleras arriba para cambiarse de ropa y ponerse un poco de maquillaje.

Le dijo a su reflejo que no se estaba arreglando para JongIn. No. Sólo
estaba aprovechando la invitación a cenar para parecer un hombre
firme, para variar, en vez de un padre soltero trabajador.

Ése era el único motivo por el que se había puesto su pantalón, rojo y
de seda, su camisa negra, y los aretes de oro que se había comprado unos años atrás. Iba demasiado arreglado hasta para el mejor restaurante de la zona, pero no le importaba. Tal vez no tuviera otra oportunidad para volver a ponerse así de lindo... o de recordarle a
JongIn lo que se había perdido al dejarlo ir.

Escuchó el timbre antes de sentirse preparado para ello y se le aceleró el corazón. Se miró en un pequeño espejo y se aseguró de que tenía todo bien.

Estaba bajando las escaleras cuando oyó voces y supo que su tía Shinhye había abierto la puerta. Y no sabía si se lo agradecía o si eso lo ponía todavía más nervioso, todo dependía de la actitud de su tía.

Al llegar abajo vio a Shinhye delante de la puerta, con una mano apoyada en el marco. En la otra no tenía ni pistola ni una sartén, lo que era una buena señal. Sehun estaba al otro lado de la puerta,
todavía en la entrada. Iba vestido con el mismo traje de un rato antes.

Tenía las manos detrás de la espalda y estaba sonriéndole a Shinhyecon todo el encanto de un vendedor experimentado. Al verlo, JongIn le dedicó a él la misma sonrisa.

–Hola –lo saludó –. Estás hermoso.

Kyungsoo resistió el impulso de ordenar de nuevo su camisa y pasar su
mano por su cabello rubio.

–Gracias.

–Le estaba diciendo a tu tía que la casa está linda. Al menos, por fuera
–añadió, guiñando un ojo.
Era evidente que Shinhye no lo había invitado a pasar.

 El Amor Que Perdimos[Kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora