ⅩⅢ.

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Como de costumbre, la cena con la familia de JongIn fue agotadora.

Deliciosa, pero agotadora.

Su madre estuvo tan arrogante como siempre y a pesar de que a Kyungsoo
siempre le habían caído bien Minho, el hermano de JongIn, y su esposa Suni, se dio cuenta de que estaban cortados por la misma tijera que Sunhee.

Habían nacido en cunas de oro y nunca habían necesitado nada que no tuvieran.

Habían sido educados para no ir jamás despeinados y no decir nunca nada inapropiado.

El único motivo por el que Kyungsoo no se sentía tan mal con ellos era que, a pesar de su origen, Minho y Suni no eran tan fríos y críticos como su ex suegra.

Desde que se había casado con JongIn, siempre lo habían tratado como a uno más de la familia y se habían enojado de
verdad cuando JongIn y él habían terminado. Incluso esa noche, se
portaron exactamente igual que antes con él.

Eso había contribuido a calmar sus nervios al entrar al comedor.

Cuando ellos llegaron, Sunhee ya estaba sentado en la cabecera de la mesa, como una reina esperando a su corte, y su mirada lo había hecho sentirse como un microbio a través de un microscopio.

Para su alivio, su ex suegra había jugado limpio mientras tomaban la sopa y la ensalada y había hablado de cosas sin importancia. Sin embargo, con el postre, Sunhee se había quitado parte de la máscara y había atacado a Kyungsoo, todo lo que había podido.

Pero, esta vez, JongIn lo había defendido, algo que no había hecho nunca antes. Probablemente porque, en el pasado, los ataques de Sunhee habían sido mucho más sutiles, o sólo había demostrado su
odio por él cuando ambos habían estado solos.

Esa noche, JongIn había contestado a cada uno de los ataques de su madre, siempre en defensa de Kyungsoo. Y una vez terminado el postre, cuando había parecido que Sunhee iba a rematar la jugada, él se había levantado, había dado las buenas noches a su familia y había tomado la mano de Kyungsoo para sacarlo del comedor.

Kyungsoo todavía estaba aturdido por el alivio y por la fuerza que le había
dado JongIn... y todavía iba aferrado a su mano como si se tratara de un salvavidas cuando llegaron al piso de arriba. Se sintió como en su primera cita, antes de saber lo que era realmente ser el esposo de Kim JongIn.

Al llegar a la puerta de la habitación, los dos sonreían y a Kyungsoo le faltaba un poco de aire. JongIn le puso un dedo en los labios para que guardara silencio. Y este se dio cuenta de que había estado a punto de comenzar a reír como un niño de doce años.

Contuvo la risa y, sin soltar la mano de JongIn, lo siguió por la habitación a oscuras. La niñera que se había quedado con Jongsoo estaba sentada al lado de la cuna, leyendo una revista. Cuando los vio, cerró la revista y se levantó.

–¿Qué tal todo? –le preguntó JongIn en un susurro.

–Bien –respondió la joven con una sonrisa–. Estuvo todo el tiempo
dormido.

Ésa era una buena noticia para la niñera, pero no tanto para los padres, que pretendían dormir toda la noche de corrido.

–Eso significa que se despertará a media noche –susurró Kyungsoo –.
Prepárate para sufrir por fin los gajes de la paternidad.

JongIn sonrió y le brillaron los ojos.

—Lo estoy deseando.

Jongsoo le dio un par de billetes a la niñera y la acompañó a la puerta,
dejando a Kyungsoo al lado de la cuna de Jongsoo. Tenía un nudo en la garganta de la emoción, al pensar en que habían estado los dos, padre y... Padre, delante de la cuna de su hijo, viéndolo dormir.

 El Amor Que Perdimos[Kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora