Ⅲ.

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JongIn no supo si sorprenderse o enojarse. Tal vez lo que sentía era
una mezcla de ambas cosas.

En primer lugar, Kyungsoo le había mentido. El espacio que había encima
de la panadería no era un depósito, ni el lugar donde descansaba su octogenaria tía, sino un departamento completamente equipado, con una mesa, sillas, un sillón, una televisión... una cuna en un rincón y una manta amarilla llena de juguetes en medio del suelo.

En segundo lugar, Kyungoo tenía a un hijo. No estaba cuidando el de una amiga; ni lo había adoptado después de que se separaran. Aunque no le hubiera estado dando de comer cuando él entró, habría sabido que era suyo por el protector brillo de sus ojos y la expresión asustada de su rostro.

Y, para terminar, aquél era su hijo.

Estaba seguro.

Podía sentirlo. Kyungsoo no le hubiera ocultado el hecho de que era padre
si no hubiera sido suyo.

Además, sabía sumar dos más dos.

Kyungsoo tenía que haberse quedado embarazado antes de su divorcio, o
haberlo engañado con otro hombre. Y a pesar de las diferencias que los habían separado, la infidelidad nunca había sido una de ellas.

–¿Me quieres explicar qué está pasando aquí? –preguntó JongIn, metiéndose las manos en los bolsillos de los pantalones.

Lo hizo para evitar estrangular a alguien, en concreto, a Kyungsoo.

Por el rabillo del ojo vio moverse una sombra y Yangmi apareció con una manta para tapar el pequeño cuerpo del bebé.

–Estaré abajo –le murmuró Shinhye a su sobrino antes de fulminar con la mirada a JongIn –. Grita si me necesitas.

JongIn no supo qué era lo que le fastidiaba tanto a la tía Shinhye, cuando allí la única víctima era él. A él le habían ocultado el hecho de que era padre. No sabía cuánto tiempo tendría el bebé, pero teniendo en cuenta el tiempo que llevaban divorciados y el que duraba un embarazo, debía de tener entre cuatro y seis meses.

La tía Shinhye y Kyungsoo eran los malos de aquella película. Le habían mentido.

Le habían ocultado aquello durante todo un año. JongIn miró por encima de su hombro para comprobar que se habían
quedado solos y dio otro amenazador paso al frente.

–¿Y?

Kyungsoo no respondió inmediatamente, se tomó el tiempo de colocar la manta para que le tapara el biberón, pero no la carita del bebé. Luego suspiró y levantó la cara para mirarlo a los ojos.

–¿Qué quieres que te diga? –le preguntó en voz baja.

JongIn apretó los dientes y cerró los puños con fuerza.

–Estaría bueno que me explicaras esta situación.

–En ese entonces no lo sabía, pero quedé embarazado antes de que firmáramos el divorcio. Nuestra relación no era precisamente amigable, así que no supe cómo decírtelo y, si te soy sincero, no pensé que te importaría.

Aquello enfureció a JongIn.

–¿No pensaste que mi hijo me importaría? –soltó–. ¿Qué iba a ser
padre?
¿Qué clase de hombre creía que era? ¿Y si tan malo pensaba que era, por qué se había casado con él?
–¿Cómo sabes que es tuyo? –le preguntó

Kyungsoo en voz baja.
JongIn rió con amargura.

–Buen intento, Kyungsoo, pero te conozco demasiado bien. No me habrías engañado y roto las promesas de matrimonio por una aventura. Y si hubieras conocido a alguien que te interesara de verdad mientras estábamos casados...

 El Amor Que Perdimos[Kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora