Ⅵ.

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Era evidente que la pelota estaba en el campo de JongIn, la pelota, y todo lo demás, así que, en esos momentos, lo único que podía hacer era ser simpático y esperar que él continuara siéndolo también.

JongIn lo agarró del codo para salir del restaurante, guiándolo por un corredor alfombrado que guiaba a la entrada.

– Sube a mi habitación –le susurró al oído.
Kyungsoo miró a JongIn sorprendido, con incredulidad. Él comenzó a reír
al ver su reacción.

-No es una proposición -le aseguró-, aunque no me negaría a ningún tipo de seducción después de la comida.

Al llegar a la entrada, lo hizo girar a la izquierda, en dirección a las escaleras que llevaban a las habitaciones.

-Quiero enseñarte algo - comentó diciéndole mientras subían
despacio.

-Eso sí que suena a proposición indecente - comentó Kyungsoo.

JongIn sonrió y se metió la mano en el bolsillo para sacar la llave de su
habitación. No era una tarjeta, sino una llave de las de verdad, con un enorme llavero de plástico con forma de faro.

-Me conoces demasiado bien, nunca necesité frases seductoras
cuando nos conocimos, ni las necesito ahora.

Eso era verdad. Había sido demasiado lindo y caballeroso como para intentar seducirlo de la forma en que lo hacían el noventa por ciento de los chicos. Ésa era una de las cosas que habían hecho que le
resultara todavía más atractivo, que hubiera destacado entre los
demás.

Al llegar a la puerta de la habitación, JongIn la abrió y se alejó para dejarlo entrar. Kyungsoo había estado antes en el hostal, pero no en las habitaciones, así que se quedó unos segundos mirando a su alrededor.

JongIn se quitó el saco y lo dejó sobre el respaldo de una mecedora antes de ir hacia el escritorio que había en la pared de enfrente.

Mientras abría su computadora y la prendía, Kyungsoo retrocedió y
disfrutó de la vista. Sabía que era algo inadecuado, y que no tenía sentido, teniendo en cuenta que le había dicho a todo el mundo que se alegraba de haberse divorciado y que ya no estaba enamorado de él, que lo había superado por completo. Pero que fuera su ex esposo no significaba que no fuera un hombre de carne y hueso.

La cara camisa blanca se pegaba a sus delgados pero anchos hombros.

El pantalón, que debía de haberle costado más de lo que ganaba en una semana en la panadería, se ajustaba a sus caderas y, sobre todo, a su trasero. Un trasero redondeado, bonito, que no parecía haber cambiado mucho desde que se habían separado.

Kyungsoo se llevó la mano a la cara, se tapó los ojos y se regañó en silencio
por ser tan débil. ¿Qué le estaba pasando? ¿Estaba loco? ¿O tendría un virus? ¿O era que las hormonas del embarazo todavía estaban haciendo de las suyas? Separó los dedos un poco, miró por la rendija y supo cuál era su problema.

Para empezar, que sabía lo que había debajo de aquella camisa y aquel
pantalón. Conocía muy bien la fuerza de sus músculos, la suavidad de su piel. Sabía cómo se movía, cómo olía y cómo era tener su cuerpo apretado contra el de él.

Continuando, sus hormonas debían de seguir locas. Y no sólo las del embarazo, sino todas en general. Eso no lo sorprendía. Siempre se había derretido en manos de JongIn. Le bastaba una mirada provocadora para ponerse como un flan. Con que le rozara la mejilla
con los dedos o los labios con los suyos, perdía el control.

Teniendo en cuenta el tiempo que hacía que no estaban juntos, el tiempo que hacía que Kyungsoo era sólo una incubadora humana y un padre a tiempo completo, no era de extrañar que su mente le estuviera jugando una mala pasada.

 El Amor Que Perdimos[Kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora