Dulce hogar

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Desde la noche en que Peter los interrumpió, Miguel no soportaba las ganas de poseer a Nun.

Quería sostenerla y manipularla, ser el único al que llamara con desesperación y ser el único causante de su placer.

—¡Mmgh!—El miembro de Miguel invadió cualquier espacio que quedara vacío. La resistencia de Nun le ayudó a recibir las primeras estocadas.

El timbre seguía sonando y cubría el chapoteo que surgía del encuentro de ambos sexos.

—Estas apretando, ¿Tanto te gusta?—Miguel le susurraba al oído aún con la mano sobre su boca y ella se limitaba a asentir torpemente. —¿Sigues pensando en irte?—De igual manera negó. —Bien, porque no pienso soltarte.

Por otro lado, Cris recordó que tenía una copia de seguridad de la llave para entrar, conocía a su amiga, seguramente apenas se estaba bañando y no la escuchaba.

El sonido de las llaves alertó a Nun que luchaba por mantener la cordura. Antes de que la perilla girara, atinó a detenerla con su telaraña.

—¿Cambió la cerradura?

Fue lo último que se escuchó antes de que la sombra se dejara de ver por debajo de la puerta.

—Excelente movimiento. —Nun jadeó cuando retiró su mano.

—Es... demasiado—recarga su frente en uno de los sólidos hombros del hombre. —Es muy grande.

—Todavía no entra todo, sé que puedes. —Con las débiles piernas alrededor de su cintura, Miguel se dirigió a la sala dejando tirada la bata de baño en el camino y tomó asiento en un sofá con ella encima.

La posición hizo que Nun lo sintiera en lo más profundo y tuvo que reunir valor para mover sus caderas. La boca de Miguel quedó a la altura perfecta para atender los endurecidos pezones mientras disfrutaba de los calientes roces que le brindaban a su entrepierna.

Uno por uno los botones de la camisa se fueron abriendo hasta ver un esculpido abdomen con escasas cicatrices que sin pena las manos de Nun exploraron, entonces fue su turno de probarlo y marcarlo, robando suspiros pesados. El tacto que hasta ahora había experimentado solo en sueños húmedos.

En busca de mayor satisfacción, de un delicado balanceo pasó a dar brincos, los pechos de Nun comenzaron a rebotar junto con ella y el moreno se vio obligado a dejar ir su cabeza hacia atrás por las sensaciones que se intensificaban.

Se reincorporó para apreciar cómo su pene desaparecía cuando la muchacha descendía y se deleitaba del desastre en el que se había convertido. Mejillas rojas, labios hinchados, cuello y pecho marcados.

Sus miradas se cruzaron, ambas exhibiendo el deseo y afecto que sentían el uno por el otro.

Tirando hacia abajo de las pequeñas muñecas, Miguel comenzó a embestirla con brusquedad.

Nun lo llamaba sollozando. Dentro de ella, se endurecía cada vez más el largo masculino y su estrecho canal se contraía con más fuerza.

El frote que necesitaban ambos llegó, haciéndola temblar a ella mientras el simiente de Miguel se esparcía en su interior. Con delicadeza retiró el cabello de la chica de su rostro y besó detenidamente el rastro de sus lágrimas hasta llegar a sus labios.

Miguel tenía el cabello desordenado y sus facciones relajadas por primera vez en mucho tiempo.

Nun elevó su cadera y Miguel salió lentamente, quedando unidos por el espeso líquido que escurría de ella.

Aun así, su miembro lucía increíblemente duro.

La chica besó cariñosamente la mejilla del hombre antes de arrodillarse en el suelo y despojarlo de sus pantalones.

—Decías que era muy grande, pero ahora te quieres atragantar con ella.

—Tú dijiste que jamás irías a otro universo si no era por trabajo —con el corazón a mil colocó sus manos en la rodillas de él. —, pero estás aquí y así de duro.

Con su pequeña lengua acarició el glande hinchado, provocando una falla en la respiración del moreno y se apoyó de ambas manos para abrigar el resto de su longitud.

El falo venoso invadió descuidadamente la cavidad de Nun hasta topar con su garganta, arcada tras arcada las contracciones lo estimulaban.

Miguel empezó a controlar el ritmo con una mano enredada en el cabello de la chica. Se extasiaba con los ojos llenos de lágrimas que lo veían mientras le follaba la boca. Esos dulces labios que quiso besar incontables veces rodeaban su circunferencia.

Guardaría para siempre esa imagen obscena en su mente.

—Si vuelves a escapar, más vale que me esperes con las piernas abiertas. —el moreno le limpiaba tranquilamente las lágrimas mientras violentaba su boca. —No importa a dónde vayas, te voy a encontrar, Nun.

—¡Mmgh!—una segunda carga resbalaba por su garganta. Sus comisuras ardían al igual que sus rodillas.

—Ven aquí. —como si de una muñeca se tratara, el hombre cargó a la chica como princesa hasta su cuarto.

Un lugar con tonalidades claras que transmitía paz, donde únicamente destacaban las sábanas de color que cubrían el colchón.

Miguel se recostó abrazándola por atrás, viéndose diminuta entre sus brazos. Nun de sentía protegida, su super oído le permitía escuchar el corazón que palpitaba contra su espalda. Entonces él la hizo girar levemente la cabeza para acceder a sus labios, mariposas revoloteaban en su vientre y pecho.

No era suficiente para Miguel, tal vez era su lado bestial el que provocaba el hambre insaciable que sentía por la chica, lo volvía loco y a la vez lo convertía en un sediento de amor.

Una mano se escabulló hasta alcanzar uno los sensibles botones de Nun provocando un espasmo.

Esa sería una larga noche de San Valentín y una mañana ajetreada los esperaba.

































❤️🕷️

GOOD GIRLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora