928

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—¿Por qué no me dejaste terminar? —preguntó Nun al atravesar el portal, todavía siendo cargada en el hombro de Miguel. —¿Dónde estamos?

Tonalidades grisáceas, iluminación fría y todo en su lugar. Un ambiente moderno y futurista.

Estando de cabeza la chica consultó su gizmo, el cual marcó "tierra-928". Seguían en el mismo universo de la sede arácnida, pero...

En casa de Miguel.

El lugar era grande, el recorrido de lo que parecía ser la sala al dormitorio fue largo. Miguel dejó caer a Nun en la enorme cama.

—Abre las piernas. —El hombre le ordenó tomando asiento en un sofá enfrente de la cama. —Puedes terminar tú sola. —el traje de spider se desactivó, quedando expuesta delante de él.

—¿Quieres que me toque? —sentía pena, pero no podía negar que le excitaba demasiado. Abrió las piernas y con dos dedos acarició la parte interna de su muslo hasta llegar a su centro, separando los labios para descubrir su resentido botón.

El miembro de Miguel se estremeció al escuchar gemir a la chica tras rozar su carne.

—Miguel. —la electricidad que provocaba cada caricia dificultaba mantener los ojos abiertos para apreciar la mirada hambrienta del hombre. —Me estás volviendo un desastre.

Dolía la erección bajo el traje azul, pero disfrutaba con morbo el auto placer de Nun y el sonido húmedo de los dedos moviéndose sobre su clítoris. Entonces se levantó y caminó hacia la cama inquietando a la joven.

Recargado en sus rodillas sobre el colchón, retiró la mano de Nun y se agachó a su parte íntima. Ella entendió lo que quería hacer.

—No... Ah. —la fuerza con la que se sostenía de sus brazos se fue y cayó por fin sobre su espalda. La lengua de Miguel se desplazaba entre sus fluidos y todo se intensificó. Una chupada la hizo retorcerse y la fuerte mano de Miguel se posó sobre su vientre para que no se moviera.

Su intimidad se tensó hasta explotar y derramar su líquido en la boca del moreno. Se sintió como una fina pluma siendo guiada por el aire.

Miguel se puso de pie y su traje se pixeló. Con algo de esfuerzo Nun levantó su cabeza para apreciar el musculoso cuerpo del hombre.

¿De verdad eso pudo entrar en ella?

La punta del pene brillaba por el líquido preseminal y estaba tan duro que se mantenía apuntando al techo.

Nun se despabiló cuando él la tomó de los tobillos para acercarla a la orilla y tragó gordo cuando Miguel tomó su miembro para rozarlo por toda su intimidad sintiendo de nuevo ese delicioso cosquilleo.

—Si te quieres correr, debes abrir bien esas piernas para mí. —El moreno se inclinó para devorar su boca apretando el delicado cuello de la chica, su piel ardiendo al tacto.

Nun gimió sobre los labios de Miguel cuando la penetró con una sola estocada, obligándola a apretar sus paredes alrededor del grueso miembro. En la habitación comenzó a resonar el encuentro de ambas pieles y las respiraciones agitadas.

La desesperación de Nun marcaba la espalda de Miguel buscando canalizar el placer que la abrumaba.

A su vez, los instintos de Miguel provocaban una fuerza incontrolable en cada embestida, cada aspecto de la chica avivaba el libido con el que deseaba hacerla suya y obligar a su cuerpo a responder solo a él.

No había vuelta atrás, la quería a ella. Se volvió adicto al calor que la mujer generaba en su pecho, el tono de voz que lo hipnotizaba y el tacto que lo extasiaba.

Nun lo tomó por sorpresa cuando sostuvo su rostro con ambas manos, conectando sus miradas.

—Miguel, déjame... amarte. —las palabras salían entre suspiros. —déjame amarte todos los días. —Las lágrimas caían por sus mejillas, mezcladas entre éxtasis y emoción.

Esa fue la gota que derramó el vaso.

Miguel se aferró con sus manos a la cadera de la fémina y sus movimientos se descontrolaron, su mente se había nublado y lo único que deseaba en ese momento era la liberación. Su glande chocando bruscamente con el cérvix de la mujer, quien se volvió un manojo de gemidos y sollozos.

El líquido caliente se desbordaba en el interior de ella. Los sentidos de ambos a flor de piel y sus cuerpos ardiendo. Miguel la tomó en brazos y se introdujo en la cama con ella.

Los cubrió con la sábana y la pegó a su pecho. Ambos corazones bombeando sangre rápidamente.

Miguel besó sus párpados cerrados, su nariz, sus mejillas y sus labios, permaneciendo más tiempo en éstos, un tacto tan suave y delicado como el de una mariposa posándose en una flor. Era increíble como un hombre tan grande podía transmitir cariño a través de un toque tan gentil.

—Nun, mírame. —la chica abrió sus ojos pesadamente por el cansancio y se encontró una mirada marrón con pupilas dilatas. —Déjame amarte todos los días, en este y cualquier universo.



















































Gracias por esperar, es que ya me sé la de chambear 🕷️


GOOD GIRLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora