Tiburones.

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Mientras mi madre preparaba el café para mi padre la oía cantar algunas de las canciones que habían salido en la radio hace poco. Me encantaba oírla cantar era de los pocos momentos donde se la veía feliz de verdad.

Yo pasaba la escoba a su alrededor barriendo las migas de pan de mi desayuno.

Mientras las cerdas de la escoba arrastraban las últimas migas oí como alguien daba pasos acercándose. Al momento me tensé, ya sabía lo que iba a a pasar y no me gustaba.

Mi madre siguió preparando el café tranquilamente pero dejó de cantar.

Cuando mi padre estaba se notaba su presencia mucho antes de que él llegase, era como si el ruido  o la felicidad fueran pececillos escondiéndose del tiburón que venía a devorarlos... Mi padre era ese tiburón.

Terminé de barrer y guardé la escoba, no quería estar en la misma sala que él. Una vez salí de la cocina me choqué de bruces con el tiburón. Tan borracho como siempre.

Ahí sonó el primer golpe... El primero de muchos.

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