El sonido constante del reloj era lo único que se oía en la sala. Los corazones en el interior parecían haberse parado por un momento, empezando a latir mucho más rápido de lo que nunca habían ido.
En la sala había tres sillas, una mesa y dos corazones corriendo. Porque solo uno respiraba tranquilo. Porque solo uno de ellos era el informante de la tragedia. Pese a estar tranquilo no estaba feliz, ni mucho menos; sentía pena por los corazones frente a él. Deseando ayudar pero sin capacidad para hacerlo.
Uno de los dueños de los corazones descontrolados trato de contener las lágrimas que amenazaban con caer del borde de sus ojos. La garganta le dolió, cerrándose en banda como si unas púas amenazaban con atacar, el dolor se volvió punzante cuando separó los labios para hablar y se encontró con el silencio. Ese pobre corazón sentía esas púas venenosas clavándose en el cuando intentó hablar.
Finalmente sus lagrimas cayeron rodando por su cara. El dolor que las liberó no provenía de las púas, sino del corazón a su lado, al borde del llanto también. El segundo corazón consiguió hablar.
—¿Cáncer?— preguntó con incredulidad. Su voz al borde del llanto y al borde de la rotura mientras el dolor en su pecho crecía como una aguja penetrándole el corazón mientras latía.
Parecía que esa palabra había desatado el fin del mundo. Esa única y simple palabra había dado realidad al miedo de perderse, al miedo de que realmente el mundo se rompiera.
El tercer corazón seguía tranquilo, el no sería el que lidiará con algo tan dañino, el solo era el informante. Rompiendo mundos de vez en cuando.
ESTÁS LEYENDO
Sentir
General FictionRelatos cortos y largos donde me dejó llevar y escribo lo que se me ocurre