Capítulo 3 (pt2)

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~Maia Adara~

Pero que susto había recibido por parte de los Müller, ni siquiera los vi acercarse. Son una familia muy amable y hospitalaria, casi son perfectos como vecinos y eso me disgusta un poco.

Aparte de papá, nosotros no somos de convivir con otras personas y, por esa razón, me desagrada tenerlos cerca, porque  implica tener que fingir ser la buena y gentil Maia.

—¿Cómo te fue? —lo abrazo a penas cruza la entrada.

—Bien. —corresponde mi abrazo para luego besar mi frente— Traje sus uniformes, dentro hay un chocolate para ti, pero no le digas a tus hermanas. —asiento feliz y tomo la bolsa con mi mano libre—, ¿De dónde sacaste eso? —señala mi otra mano.

—Me lo dio la Señora Müller. —contesto restándole importancia; doy media vuelta dispuesta a subir a mi habitación, pero su voz me detiene.

—Maia. —tomo una gran bocanada de aire y me giro por completo para mirarlo.

—¿Sí?

—¿La rosa también te la dio ella? —cruza de brazos y alza una ceja.

—No, la encontré junto a la cerca. —musito.

—Te dije que no podías salir de la casa, ¿Verdad?

Suspiro sin ánimo de escuchar uno de sus tantos sermones.

—Bajé por la rosa. —me mira con incredulidad— Es la verdad padre, pase todo el día en mi habitación leyendo un libro como me ordenaste. —me inspecciona en busca de alguna mentira y comienzo a sentirme irritada, más opto por hacerme la niña inocente para que me deje ir más rápido— Papito, salí al patio para respirar un poco de aire fresco y vi la rosa en nuestro lado de la cerca y la tomé, pero luego se apareció la señora Müller con los bocadillos.

—Espero que sea la verdad, princesita. —besa mi cabeza y me deja ir.

Subo a mi habitación luego de mi breve explicación para evitar que papá se enoje por desobedecer su orden. No me parecía justo estar castigada por algo que yo ni siquiera había hecho, aunque de igual modo tampoco tenía muchas ganas de ir a esa casa.

Coloco la rosa en un pequeño jarrón sobre mi escritorio y me detengo a admirarla unos segundos. Esa preciosa rosa blanca había caído del lado de nuestra cerca cuando el chico pelinegro las podaba. Quise resistir para no bajar por ella, pero fué en vano. Amo las rosas blancas porque me recuerdan mucho al hermoso jardín que teníamos en nuestra casa en Suecia. Como echo de menos mi antiguo hogar, pero lo que más extraño es a nuestra familia... A mamá.

Me quedo en mi habitación hasta que anochece, es domingo familiar y debo estar en la sala para ver con papá su serie favorita, “Juegos de tronos”... A mis hermanas no les gusta ver ese tipo de series, en especial a Marie, pero, con tal de que papá esté feliz, ella se sienta a verla. La mayoría de las veces se queda dormida sobre mi regazo y Melody sobre el hombro de Ryden, quien acaricia su cabello rubio hasta que la serie termina.

—Padre... —lo llamo en voz baja.

—Dime, cielo. —mantiene su vista en la TV.

—¿Puedo bajar al sótano? —me mira de reojo.

—¿Para qué?

—Quiero ir a jugar un ratito. —le sonrío.

—Nos queda un capítulo. —señala.

—Por favor padre, prometo que solo será un ratito. —le hago puchero para conseguir su aprobación, porque si no consigo que me deje bajar, no podré dormir.

"Voces En El Sótano"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora