Capitulo 1

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El frío de los primeros días de invierno cristalizaba cada gota de rocío en los árboles, el susurro del viento helaba el corazón de cualquiera que lograse escucharlo. Los pequeños y grandes animales del bosque danzaban perspicaces ante cualquier cazador y la luz de la gran estrella acariciaba con ternura cada textura que encontrase. De pronto la nieve comenzó a sentirse, escarchando el follage de los grandes y frondosos edificios altos y helados color esmeralda.

Ahí entre todo el color que comenzaba a tornarse blanco una mancha distorsionaba tan hermosos colores, canela como los tallos de los primeros pinos; comenzaba a esconderse por los copos de nieve. Pareciera estar dormido.

Comenzando a temblar y de un ligero estornudo se sacudió el agua congelada en su cuerpo, mirando bajo sus cuatro patas descubrió que estaba cubierto de un espeso pero fino pelaje café con una barriga tan blanca como la misma nieve que lo rodeaba. Observando su esponjada pero no revuelta cola, volvió los ojos en blanco dejándose caer en un fino y aterciopelado pañuelo carmín. Miro hacia el cielo gruñendo como si los corderos allá arriba se rieran de él. Suspiro y se volvió a levantar. Sus patas temblaban, miró con curiosidad aquella manta a sus patas y la tomó con el hocico, pudo notar bajo de ella un instrumento circular con un símbolo extraño en él, quedándose un momento perdido en sus pensamientos se decidió por llevárselo entre los colmillos.

Tratando de caminar en aquel terreno tan inestable para él, sus patas delanteras cayeron débilmente dándole a probar el verdadero sabor amargo de aquella sustancia bajo sus patas. >>Puaj<< Escupió todo y se sentó en sus patas traseras. El frio que hacia le había congelado incluso los mocos, sentía ganas de orinar, alzó su nariz para olisquear, su olfato le había dicho que estaba en tierra de nadie, así que posándose frente a un arbusto instintivamente alzó su pata trasera a un ángulo de 90 grados. Su satisfacción podía leerse en su cara, regresó a donde su pañuelo, trató de tomarlo con sus patas delanteras, pero fue inútil, era demasiado torpe para hacerlo, así que lo tomó entre sus dientes nuevamente.

Su estómago comenzaba a hablarle. Tratando de ignorarlo trato de olisquear algo que podría comer, tantos animales en aquel bosque y solo pudo oler una pequeña ardilla a unas cuantas narices de distancia. Soltando sus cosas se agazapó, levantó la cola y comenzó a correr como loco, la ardilla no tardó demasiado tiempo en darse cuenta de sus movimientos, y de un ágil salto subió hasta la copa de un árbol. Aquel peludo canela trató de subir al árbol con torpes intentos, ladrido tras ladrido su hambre se intensifica, pero no logró nada tras sus inútiles intentos.

Tumbado sobre su cálido pañuelo de seda respiraba resignado, aquel sitio le resultaba tan extraño, tan desconocido.

No tardó en caer la tarde y el frío se hacía más fuerte; la nieve no tardó demasiado tiempo en espesar. No parecía haber ningún ser inteligente cerca, ni un solo animal al que pedir ayuda o que comer. De pronto un helado viento gritó cerca de él. Vio a varias sombras correr a través de los árboles, tan ágiles, tan rápidas que no podía distinguir lo que sea que fuera. >>¿Hola?<< Dijo levantándose, las sombras comenzaron a materializarse, trato de olfatearlas pero era inútil, un agua helada cubría sus fosas nasales que no le permitían reconocer los olores por más cerca que estos se encontraran. >>¿Podrían ayudarme? Me he perdido<<

El frío cobraba vida, aun estando en los finos rayos de sol sentía el helado sabor amargo de un frío fuera de lo común.

— Mira que tenemos aquí

De pronto las sombras se materializaron, tres grandes caninos aparecieron frente a él, tan grandes como cualquier perro, pero había algo diferente a estos que los podría distinguir de cualquier perro común, un espeso pelaje negro cubría totalmente a estos caninos, a excepción de sus ojos, los cuales resplandecían cual diamantes bajo los rayos de luz. Llevaban un arnés en sus pechos, los cuales llegaban y se sujetaban en su cintura, de la cual pendía una daga, todas color negro, era lo único que podría distinguirse sobre sus gruesas melenas.

Canción De Nieve, La Leyenda De AlastorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora