Habían transcurrido aproximadamente tres horas desde que aquellos perros habían capturado aquel pequeño e indefenso cachorro, para entonces el joven café ya estaba lo suficientemente alejado como para correr peligro alguno, las imágenes del cachorro aullando pasaban una y otra vez por su mente, en combinación con el aullido del viento y el frío que acariciaba su pelaje, era una perfecta obra de terror. Sacudía su cabeza de un lado a otro tratando de olvidarse del suceso. De pronto recordó lo que había pasado en el bosque, las imágenes, la sangre, los aullidos.
--¡Vasta!, por favor. Suplicó el joven a la nada y siguió corriendo.
Pocos minutos después se calmó un poco, dejó de correr y caminaba temblando tratándose de cubrir con la suavidad de su pañuelo, sus huellas eran cada vez más profundas en la nieve, señal de que las capas de nieve se hacían más gruesas.
A lo lejos divisó el gran muro que lo separaba del sector medio. Pudo ver también la entrada por donde había entrado. Esta vez solo dos guardias cuidaban la entrada. Pero el joven cachorro no era capaz de atravesarlo, no a esas horas de la noche. ¿Qué tal si le secuestraban?. No hubo opción. Trato de poner en práctica lo que había aprendido con aquella dama que le mostró cómo comprimir la nieve para hacer un pequeño refugio. No tardó mucho tiempo en comprimir una pequeña área de nieve para después cavar un hoyo y adentrarse en él. Adentro era un poco más cálido, así que esperó pacientemente hasta quedar sumergido en un sueño profundo.
Los rayos del sol lo despertaron, su refugio había perdido consistencia, le habían caído sobre su peludo dorso. De una sacudida se quitó la mayor parte de la nieve que tenía encima y se dirigió a la entrada.
--Motivo de salida. Le detuvó uno de los guardias.
--Ahh. Comida. Mintió.
--¿Cómo vas a conseguirla?.
--Y-yo trabajo montando carga. Mintió nuevamente recordando los canes que había visto el día que llegó.
Los guardias se miraron mutuamente y le permitieron el paso. A lo lejos murmuraban a sus espaldas. El joven limpio su pañuelo, seguro hablaban de lo que pendía de él.
Camino varios minutos de forma recta tratando de buscar el muro que los separaba del sector alto. Si no pertenecía al sector medio, ni al sector bajo, seguro que alguien del sector alto le reconocería. Así que sin perder la esperanza caminó y caminó, trotando sobre la nieve, observando las dulces cabañas y chozas que le rodeaban. Trato de no recordar más y continuó.
Por fin la divisó a lo lejos, algo cansado de caminar, se acercó lentamente a la entrada, donde cuatro guardias le detuvieron.
--¿Qué crees que haces enano?. Se burló uno de ellos a lo que los otros tres rieron igual.
--Eh..Y-yo... Vine a trabajar. Sonrió el cachorro.
Uno de ellos le apuntó con la punta de su lanza.
--No digas estupideces, sal nuestra vista antes de que te hagamos picadillo.
El cachorro sonrió y retrocedió nerviosamente. Camino en círculos una y otra vez tratando de idear cómo entrar. De pronto un cachorro le bloqueó el paso creando una colisión entre sus cráneos.
--¡Auch!. Se quejó el can.
--Los siento. Se disculpó el joven café.—Oye el husky del otro día.
--Jamas entraras. Ladro este sobando su nariz.
--Pero ¿Por qué?.
--Sólo mírate. ¿Por qué dejarían pasar a alguien como tú solo porque sí?
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Canción De Nieve, La Leyenda De Alastor
FantasíaEra un frío día de invierno cuando aquel cachorro de pelaje canela había despertado en un mundo completamente desconocido, perdido y sin recuerdos no le quedará más opción que explorar aquellas tierras perversas. Perdido en su razón de existir será...