Epílogo

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Siempre he envidiado la fuerza de Morgan.

Viéndola esta noche, colgada en telas, con tanta fuerza en sus brazos, no pude si no sentirme orgullosa por su dedicación. El estudio se llenó casi por completo y el espectáculo fue un éxito. Sólo podía pensar en lo increíblemente aliviada que estoy de seguir junto a ella para vernos alcanzar nuestros sueños, una a la otra.

Afuera está nevando con fuerza. En cuanto ha terminado, el estudio se ha vuelto un caos y Ben ha optado por sacarnos de ahí. Ver a Bruno y a Morgan en persona se sintió un poco surrealista, así que supongo que no debió ser muy diferente para ella, que ni siquiera sabía que vendría con Ben.

Nuestros pies se hunden en la nueve camino al auto. Hace frío. Ya mañana es año nuevo y parece que el invierno toma más fuerza. Amo diciembre, pero echo de menos el verano, lo admito.

Ben se saca las llaves del pantalón y me las tiende antes de cruzar nuestros caminos pasando por detrás de mi espalda para ir directamente a la puerta de copiloto. Yo me quedo de pie, confundida, mirándolo desde la trompa del auto.

—Hoy conduces.

Entonces desparece, dentro del auto. Hace tanto frío que sólo entro sin tener oportunidad de protestar para no morir congelada.

Cuando me siento y tengo abrochado el cinturón, miro a Ben. Esta relajado en su asiento, el cinturón en su lugar y su mano en la agarradera del techo. Finjo estar ofendida.

—¿Por qué quieres que conduzca si pareces más asustado que yo?

—Sólo quiero que conduzcas mi auto —mira mi cuerpo cómodamente sentado en el asiento que a él le corresponde—. Por alguna razón quiero verlo, no preguntes por qué.

Hago exactamente lo que me pide, aunque tengo preguntas al respecto, por supuesto.

Las calles están cubiertas de nueve, así que mantengo la velocidad en sesenta. Me pongo nerviosa al llegar a los semáforos porque temo que el auto de Ben se me apague, pero paso la prueba. El dilema viene cuando tengo que estacionarlo en la cochera. Ben usa el control y esperamos a que se abra. Cuando es así, sigo las instrucciones de Ben para no morir en el intento.

La cochera no tiene muchas cosas y es ridículamente amplia, así que sólo tengo que calcular la distancia entre la puerta del auto y la pared para que quede lo más centrado posible.

Una vez el motor se apaga, se suelto el cinturón mientras Ben se pierde en mi cuello y su mano está en mi muslo.

—Te ves tan sexy mientras conduces.

Una risa brota de mi garganta. Este típico brote de romanticismo y pasión del inicio no quiero que muera. He descubierto un lado de Ben que no conocía y que no quiero que vuelva a esconder de mí.

Mi celular timbra en un mensaje y lo leo. Hay mensajes de Morgan y de Bran, pero el único que abro es el de mi madre.

Ma: Dile a Morgan que le deseo suerte.

Ma: Que no se caiga mientras está colgada.

Ma: Supongo que duermes en casa de Ben.

Ma: El viejo y yo creemos que sería buena idea invitar a Ben a pasar el 31 con nosotros.

Ha de sentir mi tensión porque detiene sus besos para leer los mensajes en la pantalla. Ni siquiera lo duda, sólo dice un:

—Dile que me encantaría.

Pero, por alguna razón, esa respuesta no provoca la reacción que debería tener.

—¿Estás seguro?

Llévame a cualquier lugar [URN II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora