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—¡Aquí! -gritó Lewis desde lejos mientras corría para acercarse más al frente, el colocador de su equipo le dio el pase, tiró con todas sus fuerzas, sintiendo el leve ardor en la palma de su mano, era satisfactorio ese sentimiento. Fue punto para su equipo, el silbato sonó y el partido terminó. Quedando con una estupenda victoria como siempre.

Mientras Lewis celebraba la victoria con una tremenda felicidad a lo lejos un chico que había sido golpeado por el balón que la estrella del equipo había lanzado justo cuando pasaba por allí. Se había alcanzado a cubrir el rostro con su propia mano cuando iba pasando y el balón se dirigía hacia el, pero por la fuerza que se dirigía hacía el término lastimandole la muñeca.

Lance un chico de su equipo se acercó rapidamente al notar que era el chico que siempre estaba en banca, por alguna razón nunca lo metían a ningún partido.

—Mick, ¿estás bien? -preguntó frente a el.

Este simplemente asintió. Estaba por regresar a la banca para escuchar la típica plática que les daba el entrenador siempre después de cada partido. Pero fue detenido por la mano de Lance sosteniéndolo por el hombro.

—¿Ocurre algo Lance? -preguntó Mick sin entender porque lo miraba de esa forma.

El mayor señaló su muñeca. Mick posó su mirada en su muñeca izquierda, abrió los ojos de par en par al ver la enorme hinchazon de su pobre muñeca.

—¡Vamos rápido a enfermería! -exclamó el mayor tomándolo por su brazo derecho.

Mick sólo se dejó ser arrastrado por su único amigo. En su interior volvía a maldecirse mentalmente por ser tan distraído y no poder cuidarse a si mismo. Ya estaba harto de todo eso. Desde su infancia había comenzado a fracturarse o esguinzarse partes incontables del cuerpo, asi que fue a una revisión al hospital y a los 10 años le diagnosticaron una enfermedad genética llamada insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis (CIPA).

Justo al pasar chocó con el chico estrella del equipo, este agachó la mirada, notó la condición del chico callado de su equipo.

—Hey... -se quedó en silencio unos segundos, pensando que debía decir.

Mick alzó su mirada expectante.

—Esto... Perdona. -fue lo único que dijo para despues girarse sobre sus talones e irse.

Era la primera vez que cruzaban miradas, y que compartían una corta conversación.

Mick se limitó a asentir sin más para dejarse arrastrar por su amigo.

...

Tocó la puerta antes de pedir permiso para entrar, mientras caminaba por el salón para dirigirse a su lugar, no faltaban las incontables miradas hacia su persona. Ya que era como la cuarta o quinta vez en solo ese año que sufría de un esguince o fractura. El enorme yeso lo delató.

La única mirada que nunca sentía era la de Lewis, jamás se atrevía a verlo de la forma en que lo miraban los demás. Lo miraban como si fuera un insecto inservible y extraño. Aunque no trataba de acercarse lo más mínimo posible a él, ya que prefirió estar alejado, tampoco tenía razones para discriminarlo como todos los demás, nadie merece eso.

Se escuchaban murmullos alrededor del salón. Hasta que el profesor regresó al salón y la clase continuó.

Mientras tanto junto a Mick estaba su único amigo buscando un marcador permanente en su mochila, al encontrarlo lo destapó para inclinarse hacia el lado de su amigo y pedirle que le brindara el brazo. Este lo hizo sin renegar. Le dibujó un balón de voleibol, un monoplaza de formula 1 ya que sabe lo mucho que le gusta verlo, el número de su camiseta de equipo y después un simple "Lance Stroll estuvo aquí".

Hold me; hamick. AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora