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Se levantó por la mañana, se duchó y se vistió. Salió de su habitación para dirigirse al despacho privado de su médico.

—¿Estas listo? -le preguntó Charles en cuanto entró por la puerta.

Mick asintió. Tenía unas ojeras terribles, su mirada decaída y perdida y más que todo no quería ni moverse.

El médico se acercó y le acomodó la corbata. Alzó su mirada tomándolo por el mentón. —Mickey, andando.

Salieron por la puerta, después del hospital hacia el estacionamiento y de allí se dirigieron a la dirección a la cual iban.

Mick miraba por la ventana, hacia ningún lugar en específico, solo mantenía su mirada perdida, más allá en sus pensamientos.

Al llegar al lugar se bajaron, entraron. Charles mantenía a Mick junto a él, casi casi llevándolo cargado, porque no quería caminar ni moverse. Su estabilidad emocional estaba peor de lo que había imaginado.

Después de lo que había pasado hace una semana.

—Mickey, mira allá está Lando, ve a saludarlo -le sugirió.

—No quiero moverme Charles -en cuanto su voz salió se escuchó cortada.

—Anda.

Mick suspiró alzando la vista, y a lo lejos pudo ver de espaldas caminando con lentitud al de cabellos oscuros. Se levantó de inmediato, caminó hacia el, lo tomó por el hombro, al cruzar miradas sus ojos se pusieron llorosos, Lewis se acercó como un pequeño niño a los brazos del menor y lloró sin poder contenerse más. Era la experiencia más dolorosa que había vivido, justo en el día en que su mejor amigo muere, su madre horas después también lo hizo. Se sentía pésimo, y no sabía que hacer, no sabía en qué pensar y se alejó de todo el mundo por una semana entera.

—Lewis, creo que deberíamos tratar de ser un mejor apoyo emocional para Lando en este día -habló Mick acariciando con suavidad la espalda del más alto.

—Lo intentaré, pero no puedo prometer nada -dice sorbiendo su nariz.

Mick se acercó al mayor y limpió sus lágrimas con la manga de su saco.

Después caminaron juntos hasta llegar donde estaba Lando, casi casi acostado en el suelo llorando a mares frente al ataúd de su difunto novio.

Se sentaron cada uno al lado de Lando, y lo abrazaron al mismo tiempo. Pero el no se detuvo, y lloró con más fuerza. Sus ojos hinchados de tanto llorar, y rojos estaban cubiertos gracias a los lentes oscuros que llevaba puesto.

Eran días difíciles, lo peor sería que mañana tendrían que asistir al funeral de la madre de Lewis.

...

—Lewis.

—Mick, escúchame. -le pidió el mayor tomándolo por las mejillas con suavidad. —Por favor prométeme que no te irás de mi lado, no aún, ni nunca, de verdad no sabría que hacer si algo te llegase a suceder también a ti. -admitió el mayor.

El menor miraba fijamente a los ojos cafés de Lewis. —Estaré a tu lado todo el tiempo que el destino nos permita estar juntos.

—No quiero perderte.

—Ni yo a ti.

...

Después del funeral de la madre de Lewis, el chico dejó de ir seguido al hospital. Había decidido alejarse por un tiempo solo por el hecho de no querer recordar los momentos qué pasó allí junto a su madre y junto a Daniel. Aunque también le dolía no poder estar junto a Mick. Pero prefería eso en ese momento, a estar allí y seguir sufriendo, seguir ilusionándose cuando sabía que las personas no eran para siempre y en algún punto todas las personas que ha amado desaparecerían sin dejar rastro.

Hold me; hamick. AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora