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• 2005 •

Estaba sentado en la sala de espera de la central Tapo de la ciudad de México. Andrés había hablado unos días antes para avisar que tendría unas pequeñas vacaciones y que podría ir a visitarle para hacerle un poco de compañia.

Con el teléfono en mano, mandado mensajes al número de su amigo, este le avisaba que recién estaban estacionando el autobús, era cuestión de minutos para verlo cruzar la puerta.

Apenas vio al menor pasando la puerta, ambos corrieron para abrazarse, tenían varios meses de no verse y el volver a encontrarse les ponía bastante felices a los dos.

Salieron del lugar para poder ir a comer algo. Decidieron ir por unos pambazos a un puesto cerca del zócalo, para después bajar y que Andrés pudiera conocerlo.

Hablaban sobre los partidos que tenía cada uno, mientras Andrés admiraba la ciudad. Llegaron al puesto donde pidieron los pambazos y se sentaron en las mesas para degustar la comida.

—¿Y que tal las cosas con Leo? ¿Cuando viene a verte? Quiero volver a verlo.—preguntó Andrés cuando se sentaron en las mesas.

—Leo…—dijo en un susurro jugando con uno de los palillos que había tomado del bote.—Las cosas no van nada bien, a decir verdad, he estado pensando en terminar con él.

—¿Por? ¿Se han peleado o algo?

—No, todavía no.—Andrés le miraba confundido por sus palabras.—Es solo que, nuestras platicas ya no son constantes y yo entre todas las cosas que tengo no logro encontrar tiempo para hablar con él. Me hace sentir culpable que ya no le demuestro cariño.

Se recargo sobre la silla inclinando la cabeza hacia atrás soltando un largo suspiro. Andrés tomo de sus manos entrelazando sus dedos, le llamo tanto la atención que se levantó para verlo.

—¿Ya hablaste de esto con él?

—Lo hablamos hace unos meses, pero está vez no es él quien está fallando, soy yo.

—Yo no sé sobre el noviazgo, pero creo que deberías tomar la decisión con lo que más te sientas comodo.

Guillermo sonrió y dió las gracias. Se soltaron las manos al ver que venía la chica con la comida.

Apenas dejaron el plato en la mesa, el mayor tomo el pambazo para poder comer mientras el otro miraba la comida como si la analizará.

—No mames Guillermo, esto es una torta ahogada. Los pambazos son chiquitos, redondos y blancos ¿Esto qué?

El mayor no pudo evitar soltarse al reír al ver la cara de confusión de su amigo.

—Bienvenido al distrito federal.—habló entre risas.

—No es gracioso, y todavía pedí dos, ¿Que hago con la otra?

—la guardas para el camino.

Se quedó callado y comió lo que el conocía como"torta" aunque en aquel lugar lo llamarán por otro nombre.

Cuando terminaron envolvió el pambazo en una servilleta y la guardo en una bolsa de su mochila. Guillermo tenía el día libre en su trabajo, el entrenador había cancelado el entrenamiento, así que tenían el día libre para ir a visitar la ciudad.

ೖ୭

En todo el día había estado pensando en Leo, acerca de su relación y lo que tenía que hacer, no se sentía bien sabiendo que lo suyo ya no era lo mismo. Y ese sentimiento de culpa no le había dejado contentarse en sus entrenamientos ni en el trabajo.

𝘛𝘩𝘦 𝘖𝘯𝘦 𝘛𝘩𝘢𝘵 𝘎𝘰𝘵 𝘈𝘸𝘢𝘺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora