4. 𝐋𝐚 𝐚𝐧𝐟𝐢𝐭𝐫𝐢𝐨𝐧𝐚

929 109 0
                                    

Aemma caminaba por los senderos empedrados del exuberante jardín de su hogar en el Valle de Arryn, acompañada por dos criadas que seguían sus pasos con discreción. Las flores, en una variada paleta de colores, se alzaban en todo su esplendor, embriagando el aire con sus suaves fragancias. El césped verde y exquisitamente cuidado se extendía a su alrededor, invitándola a sumergirse en su frescura.

A pesar de la belleza y tranquilidad del entorno, la mente de Aemma estaba lejos de estar en paz. Sus pensamientos se enredaban en los acontecimientos recientes, especialmente en su encuentro con Daemon Targaryen. Cada paso que daba, cada flor que acariciaba con la yema de sus dedos, evocaba las emociones tumultuosas y prohibidas que había experimentado junto a él.

El sol brillaba en lo alto, filtrándose entre las hojas de los árboles y creando un juego de luces y sombras sobre el suelo. El rumor del viento susurraba entre las ramas, como si la naturaleza misma estuviera al tanto de los secretos que Aemma guardaba en su corazón.

Mientras caminaba, el recuerdo del beso fugaz y el engaño que había rodeado su encuentro con Daemon se apoderaba de su mente. Revivía una y otra vez aquel instante, sintiendo la calidez de sus labios y la intensidad de la conexión que habían compartido. Aemma se debatía en un torbellino de emociones encontradas, cuestionándose su lealtad, su deber y su propio deseo.

El jardín del Valle de Arryn se extendía ante ella como un refugio de paz y serenidad, pero el corazón de Aemma estaba inquieto y turbado. Las flores parecían susurrarle secretos al oído mientras se desplazaba entre ellas, recordándole el peligro y la incertidumbre que se escondían tras las apariencias y los compromisos.

Aunque el escenario era idílico, el jardín se convirtió en un laberinto de pensamientos y emociones para Aemma. En cada rincón, en cada ángulo de la vegetación exuberante, veía destellos de la imagen de Daemon Targaryen. Su presencia se entrelazaba con cada pétalo, con cada hoja, consumiéndola en una danza tumultuosa.

Aemma suspiró, intentando liberar la tensión que se había acumulado en su pecho. Los colores vibrantes y los aromas embriagadores del jardín se volvieron un telón de fondo mientras sus pensamientos la envolvían por completo. Sabía que debía enfrentar las consecuencias de sus acciones y tomar decisiones difíciles, pero el anhelo y la incertidumbre persistían, como hilos invisibles que la ataban a un destino incierto.

Mientras caminaba por el jardín, Aemma estaba inmersa en un torbellino de emociones y dudas, preguntándose por la salud de su prometido, desde su llegada hace unas noches que no sabía nada de él. Su padre le había prohibido acercarse hasta su habitación, ya que no era propio y segundo el príncipe aún no gozaba de una buena salud.

Aemma caminaba distraída, perdida en un torbellino de pensamientos y emociones, sin percatarse de lo que ocurría a su alrededor. Sus pasos eran casi automáticos, su mirada perdida en el horizonte. Sin embargo, su ensimismamiento se vio interrumpido abruptamente cuando chocó de frente con un cuerpo sólido.

El impacto la hizo tambalearse ligeramente, pero fue la mirada de sorpresa en los ojos de aquel hombre lo que la sacó por completo de su ensueño. Era Daemon, con una sonrisa en los labios, observándola con complicidad. Aemma sintió cómo el nerviosismo se apoderaba de ella, una mezcla de emociones encontradas se arremolinaba en su interior.

―Un lugar tan grande y seguimos encontrándonos ―dijo Daemon, su voz resonando en el aire con un tono juguetón y una chispa de diversión en los ojos.

Aemma se mordió ligeramente el labio inferior, sintiendo cómo el corazón le latía con fuerza en el pecho. El encuentro inesperado con Daemon le tomó desprevenida, pero no pudo evitar sentir un cosquilleo en el estómago y una mezcla de intriga y temor ante la conexión imprevista que parecía existir entre ellos.

―Como si nuestros caminos estuvieran destinados a encontrarse ―Añadió Daemon mientras que Aemma trataba de recuperar la compostura mientras sus ojos se encontraban con los de él.

La sonrisa ladina de Daemon se amplió, y sus ojos parecían brillar con complicidad. El aire a su alrededor se cargó de una energía intensa y magnética, mientras el tiempo parecía detenerse por un instante.

Aemma se debatía en un mar de emociones y conflictos, sintiendo la atracción y la confusión que emanaban de aquel hombre. Los recuerdos de su encuentro en la cocina y la sensación de sus labios contra los suyos volvieron a aflorar en su mente, agitando su interior y desafiando las barreras que había construido para protegerse.

—¿Ha sabido del príncipe Viserys? No he podido preguntarle a mi padre sobre su salud—Pronunció intentando esquivar su mirada penetrante.

—Mi hermano está recuperandose pero aún se encuentra muy debil para cumplir con sus deberes— Respondió Daemon.

—Eso es lamentable— Aemma deslizó su mano por una de sus mangas abultadas de su vestido color celeste. Adentró una de sus dedos y de allí quitó un suave pañuelo bordado por ella misma— Por favor, dele esto en mi nombre. Dígale que su prometida le envía fuerzas para que recupere su buena salud— Soltó la muchacha. Daemon tomó el suave y delicado bordado.

—Será un placer— Pronunció antes de desaparecer de su vista, tan rápido como un ave por las colinas.

***

La cena transcurría en un ambiente sereno y distendido. Aemma estaba sentada junto a su padre y Daemon, quienes conversaban animadamente sobre asuntos relacionados con las tierras y las armas del Valle de Arryn. A pesar de su proximidad a Daemon, la joven se esforzaba por mantener una actitud cordial y serena, mientras la conversación fluía a su alrededor.

Sin embargo, en medio del animado intercambio, algo que dijo Daemon logró captar la atención de Aemma, despertando del trance en el que se encontraba sumida. Su mirada se enfocó en él con renovado interés.

―Lord Arryn ha sido un excelente anfitrión, pero estoy ansioso por conocer los detalles de su hogar y tierras ―expresó Daemon con sinceridad, su mirada fija en Lord Arryn, quien escuchaba con atención.

La mención de conocer a detalle el Valle de Arryn desató una chispa de expectativa en el corazón de Aemma, que ansiaba que Daemon conociera la belleza y los secretos de su hogar. Pero lo que vino a continuación fue lo que verdaderamente capturó su atención y la hizo sentir un nerviosismo agradable.

―¿Hay alguna forma de que me permita conocer aquellos lugares? ―continuó Daemon, su mirada fijándose en Aemma con una sonrisa en los labios―. ¿Quizás teniendo a un guía que conozca con detalle la belleza del Valle?

Aemma se sintió halagada y emocionada por la perspectiva de compartir su conocimiento del Valle con Daemon. La propuesta resonó en su corazón, y la idea de guiarlo a través de los rincones y maravillas que conocía tan bien, llenó su mente de imágenes vívidas y posibilidades emocionantes.

―Me alegra que esté a gusto con lo que le ofrecemos en nuestro hogar ―respondió Lord Arryn con orgullo―. Y creo que no hay nadie mejor que mi querida hija para enseñarle todo sobre el Valle.

El corazón de Aemma dio un vuelco ante las palabras de su padre. La confianza que depositaba en ella la llenaba de un sentimiento de gratitud y responsabilidad. Cuando los ojos de Daemon se posaron en ella con una sonrisa en los labios, su nerviosismo se mezcló con una sensación de emoción y deseo de explorar juntos los misterios y tesoros ocultos del Valle de Arryn.

***
holi, ¡Capítulo nuevo al fin! ¿Que piensan que pasará? O ¿Que les gustaría que pasara? Déjenme un comentario<3

Duty |  𝐀𝐞𝐦𝐦𝐚 𝐀𝐫𝐫𝐲𝐧 𝐲 𝐃𝐚𝐞𝐦𝐨𝐧 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora