Aemma Arryn se hallaba sentada en la imponente mesa de honor, pero su mente se encontraba en otra parte. A pesar de la alegre música que inundaba el suntuoso salón y la bulliciosa multitud que los rodeaba, sus pensamientos parecían habitar un reino aparte.
El salón había sido meticulosamente decorado para la ocasión. Majestuosos candelabros dorados colgaban del techo, derramando su luz en destellos dorados sobre la animada concurrencia. Las mesas estaban elegantemente vestidas con manteles de encaje y adornadas con exquisitos ramos de flores frescas. El ensamble de músicos llenaba el aire con melodías festivas que invitaban a los asistentes a entregarse a la danza y a la celebración.
No obstante, para Aemma, todo aquello parecía una mezcla de colores y sonidos difusos. En su entorno, los nobles y cortesanos conversaban animadamente, riendo y brindando con copas de vino en honor a su compromiso con el príncipe Viserys Targaryen. Pero ella se sentía distante, como si fuera una espectadora ajena a su propio cuerpo.
El vestido de Aemma era una obra maestra de seda azul, engalanado con exquisitos detalles plateados. Su cabello rubio lucía elegantes rizos que caían graciosamente sobre sus hombros. Era la personificación de la gracia y la belleza, pero en sus ojos se reflejaba una mezcla de emociones complejas.
Por un lado, estaba el deber y la responsabilidad que sentía hacia su Casa y su Valle. Este compromiso matrimonial tenía el potencial de fortalecer alianzas y asegurar el futuro de los Arryn. Pero, por otro lado, había una sensación de pérdida, de renunciar a sus propios deseos y aspiraciones en pos de las expectativas ajenas.
Mientras la multitud seguía con sus festividades, Aemma se interrogaba acerca del incierto futuro que se avecinaba. ¿Podría encontrar la verdadera felicidad en este matrimonio concertado? ¿Sería capaz de cumplir con las expectativas de su familia y su reino? En tanto se dejaba llevar por sus pensamientos, una profunda sensación de incertidumbre y melancolía la envolvía, deseando que su mirada perdida pudiera hallar respuestas en el lejano horizonte.
Lord Arryn se alzó de su asiento con una dignidad imponente, y un silencio reverencial se extendió por todo el salón. Era el momento en que comenzaría el brindis, un brindis que celebraría la unión de dos grandes Casas de los Siete Reinos y el futuro de su amada hija.
Vestido con ropas nobles de tonos azules y plateados que reflejaban el estandarte de los Arryn, Lord Arryn irradiaba autoridad y gravedad. Sus cabellos grises estaban pulcramente peinados hacia atrás, y su rostro arrugado pero respetable mostraba una expresión de seriedad y determinación.
El salón, que minutos antes había estado lleno de conversaciones animadas y risas, quedó en completo silencio. Las copas de vino suspendidas en el aire, los rostros de los invitados se volvieron hacia él, atentos a sus palabras. Las luces de los candelabros dorados danzaban sobre las paredes, y el aroma de las delicias culinarias llenaba el aire, pero todo eso quedó en segundo plano ante la presencia imponente del señor de los Arryn.
Lord Arryn alzó su copa, una obra de arte de cristal tallado que brillaba bajo la luz de las velas. Su voz resonó en el salón, firme y profunda como el eco de una montaña. Mientras hablaba, describió con orgullo la historia y la grandeza del Valle de Arryn, una tierra de majestuosas montañas y cielos azules infinitos.
Habló de la importancia de las alianzas y la unidad en un mundo lleno de desafíos y conflictos, y cómo este compromiso matrimonial simbolizaba la fortaleza de su Casa y el futuro prometedor que se avecinaba. Lord Arryn expresó su gratitud a los invitados por ser parte de este momento trascendental y brindó por su hija, Aemma, por el príncipe Viserys y por la unión de dos Casas que, juntas, serían invencibles.
Mientras todos los presentes alzaban sus copas en un gesto de respeto y celebración, Aemma sintió un impulso de huir, de desaparecer de aquel lugar abrumador. Sin embargo, ese pensamiento fugaz fue reemplazado por otro, uno que llevaba un nombre: Daemon Targaryen. La mera idea de encontrarse con él nuevamente, de ver sus ojos violetas y sentir su cercanía, hizo que su corazón latiera con una emoción que apenas podía comprender. Por un momento, olvidó el peso de las responsabilidades que se avecinaban y se permitió soñar con un futuro diferente, uno en el que sus propios deseos pudieran tomar forma.
El salón estaba impregnado de un ambiente festivo, las copas de vino se alzaban en un coro de celebración mientras Lord Arryn pronunciaba su discurso tras el brindis. La multitud estaba inmersa en un mar de risas y charlas animadas, pero todo cambió cuando las puertas del salón se abrieron de par en par.
El anuncio de la llegada de los Targaryen resonó en el aire, y la atención de todos se volcó hacia las majestuosas figuras que entraban. Viserys y Daemon, los príncipes de la Casa Targaryen, cruzaron el umbral junto con un par de guardias que flanqueaban su paso. Era como si la realeza misma hubiera descendido al Valle de Arryn.
La multitud se levantó de inmediato, como un solo ser, para rendir homenaje a los ilustres invitados. Las reverencias y las genuflexiones llenaron el salón, y el sonido de las voces se apagó ante la presencia de los príncipes. Aemma, siguiendo el protocolo, también se puso de pie y realizó una reverencia hacia los Targaryen, pero sus ojos se fijaron de manera inquebrantable en Daemon.
Su estómago se retorció de ansias al verlo allí, tan cerca pero aparentemente inalcanzable. La sola presencia de Daemon en la fiesta cambió por completo el ambiente, como si su magnetismo atrajera todas las miradas. Sus ojos violetas parecían buscar algo en la multitud, y Aemma sintió que esos ojos se encontraban con los suyos por un instante, un fugaz pero intenso contacto visual que hizo que su corazón latiera con fuerza.
La llegada de los príncipes Targaryen prometía que la noche sería aún más memorable de lo que Aemma había imaginado, pero también traía consigo un torbellino de emociones y preguntas sin respuesta.
Lord Arryn se aproximó a su hija con la elegancia de un lord, su rostro mostrando un resplandor paternal. Tomó la mano de Aemma con una delicadeza que reflejaba su cariño y la guió a través de la multitud. Aemma soltó un suspiro de nerviosismo, pero se esforzó por mantener una sonrisa en su rostro, tratando de no mostrar lo atemorizada que se sentía en medio de todos aquellos ojos que la observaban como si fuera el acto principal en un espectáculo.
Los murmullos y los susurros llenaban el aire mientras caminaban hacia el príncipe Viserys, quien aguardaba con una elegancia serena. Los ojos de Aemma recorrieron el lugar, pero su atención se centró en el hombre que sería su prometido. Viserys tenía el característico cabello largo de la Casa Targaryen, sus ojos violetas eran profundos y enigmáticos, y su figura, aunque menos atlética que la de su hermano, irradiaba una presencia real.
Aemma se sintió como si estuviera en un sueño, atrapada en una corriente de formalidades y expectativas. Mientras su padre la acercaba al príncipe, todo parecía difuminarse a su alrededor, y las miradas curiosas de los presentes solo aumentaban su sensación de ser el centro de atención en ese momento crucial de su vida.
Lord Viserys Targaryen, con su presencia majestuosa y su voz resonante, se adelantó para pedir la mano de Aemma en matrimonio frente a todos los presentes. La pregunta que pronunció llenó el salón con una expectante solemnidad.
―¿Lady Aemma de la honorable Casa Arryn, he venido hasta aquí para convertirla en mi amada esposa, frente a todos estos testigos presentes, ¿desea aceptar mi propuesta de compromiso?―Pronunció con su voz llena de nerviosismo.
Aemma sintió que el mundo a su alrededor se ralentizaba. Sus piernas amenazaban con flaquear, y sus ojos se humedecieron con la magnitud del momento. Miró a los profundos ojos violetas de Viserys, y por un instante, el tiempo se detuvo. Pero su mirada se desvió hacia su hermano, Daemon. Apenas sintió su mirada, él la desvió sutilmente hacia otra dirección, como si quisiera protegerla de algo que solo él comprendía. Esa mirada fugaz, llena de significado, hizo que el corazón de Aemma latiera con fuerza mientras enfrentaba la decisión más importante de su vida.
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Duty | 𝐀𝐞𝐦𝐦𝐚 𝐀𝐫𝐫𝐲𝐧 𝐲 𝐃𝐚𝐞𝐦𝐨𝐧 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧
Fanfiction𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐝𝐚 𝐡𝐞𝐜𝐡𝐚 𝐩𝐨𝐫: @𝐦𝐬𝐬_𝐩𝐮𝐧𝐢𝐚 Aemma Arryn fue criada por su padre para ser una buena esposa y una gran dama. Una mujer como había sido su madre antes de morir. Ella estaba totalmente comprometida con su casa y luego estuvo muy...