7

88 5 2
                                    

Tachihara

-¡Niños, ya estoy en casa! – pegué un brinco enorme. El corazón se me puso en la boca en cuanto oí a mi madre entrar en casa por la puerta y salté del sofá, disparado, tan exaltado y con tanta rapidez que tiré a Ryunosuke al suelo, de boca. No me paré a mirarle y agarré lo primero que vi a mano, su camiseta, poniéndomela encima con descuido. – Niños, ¿Están en casa? ¿Tachi, cielo?

Vi a Ryunosuke, levantándose del suelo y mirándome con cara de incertidumbre al ver que le había robado su ropa. Le señalé, histérico, la puerta de la cocina y él frunció el ceño, tirando de su camiseta, la que tapaba mi desnudez del torso lleno de chupetones y por si fuera poco, tatuajes. Le pegué una patada baja que quería dirigir hacía su vientre, pero al ver su cara pálida y como cerraba los ojos con fuerza, maldiciéndome por lo bajo y encogiéndose adolorido, me di cuenta de que por desgracia para él, le había dado un poco más abajo.

No me paré a pensarlo. Me levanté y aprovechando su escasa guardia y su “incapacidad”, le di empujones hacía la cocina y cerré la puerta de golpe.

-¡Tachi, amor!

-Hola, mamá. – intenté sonreír, sudando a chorros al verla aparecer cargada de bolsas que depositó en el suelo después de dirigirme una mirada de extrañeza. -¿Cómo es que has llegado tan temprano?

-Oh, lo tenía todo planeado para este día, cariño y me he pedido el día libre. He ido a comprar algunas cosas para la cena de hoy, será especial. – miré las bolsas sobre el suelo con una ceja alzada.

-¿Qué celebramos?

-Que Ryu está aquí y… ¡Ougai va a venir ha cenar esta noche! ¿No es genial? – entorné los ojos, no muy contento por la noticia, la verdad, pero al ver la expresión de felicidad de mi madre, no pude hacer otra cosa que sonreír.

-Genial, mamá. Será… increíble. ¿Necesitas que te ayude en algo? – mi madre se quedó parada frente a mí, con las bolsas de nuevo en las manos cuando entornó los ojos, observándome fijamente. Parecía extrañada y sorprendida y eso me hizo tragar saliva, nervioso. Mi madre siempre había sido tan astuta como despistada, un lince para ciertos asuntos, como saber cuando mentía y cuando decía la verdad y acordarme de ello, me hizo empezar a sudar cuando se me acercó lentamente, con cara de preocupación. - ¿Qué pasa? – de repente, frunció el ceño.

-Tachihara… – rara vez me llamaba por mi nombre completo sin diminutivo y no utilizaba un apodo cariñoso, eso significaba que estaba enfadada. Oh, dios… no… - ¿Qué has hecho? – el corazón volvía a latirme desbocado a causa del nerviosismo. ¿Nos había descubierto? Joder, me tomaría por loco, por depravado, por cerdo. No me volvería a dirigir la palabra en la vida. Me echaría de casa o peor, ¡Me metería en un psiquiátrico! – Cariño… bueno, supongo que es normal. Estás en la edad después de todo.

-¿Qué? – fue lo primero que dije en cuanto tuve suficiente conciencia como para reaccionar. Mi madre se mordió la lengua, azorada de repente, cortada.

-Bueno, supongo que ya eres mayorcito como para saber donde te metes, pero ten cuidado. Mantener relaciones sexuales a tu edad… es un tema delicado.

-¿¡Qué!? – mi madre sonrió, como si lo que acabara de decir fuera lo más normal del mundo. Llevó una mano de repente hasta mi hombro y noté la frialdad de su piel sobre la mía. La sudadera era un poco grande que se me caía y me dejaba al descubierto el hombro izquierdo, escurriéndose por él. Se me veían los chupetones y en cuanto me di cuenta, me aparté de un salto de mi madre y me coloqué bien la sudadera. Sentí las mejillas arder y mucha vergüenza ante la risita divertida de mamá.

-Cielo, lo comprendo. A tu edad yo también actuaba así. De esa forma acabé teniendo dos preciosos hijos. Sólo te digo que tengas cuidado. ¿Estarás usando preservativos, no?

Tuyo para jugar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora