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Tachihara

-¿¡Que mierda haces!? ¡Podría haberte matado, anormal!

-¡Sparky! – creo que nunca en la vida me había alegrado tanto de ver a alguien y mucho menos a él, a ese matón que me la había hecho pasar mal desde que tenía cinco años y me arrancó la paleta que me había comprado mi mamá el primer día de guardería de la boca, tragándosela de un mordisco en mi cara. Me puse a llorar como un bebé y mi madre tuvo que recogerme a los cinco minutos de haberme dejado allí con los demás niños para que jugara a los carritos. Desde entonces, Sparky se había puesto contra mi, gastándome bromas en la primaria, manchando mi dibujo con las acuarelas, comiéndose mi almuerzo, rompiendo mis colores y dibujando garabatos en mi uniforme.

En aquel entonces, Sparky era considerado un niño travieso. Hoy en día, era mucho más que eso.

-¡Maldito idiota bocon! – fruncí el ceño con semejante respuesta, pero no le repliqué. Sólo me faltaba meterme en una pelea con él encima de que me acababa de salvar.
Un momento… me acababa de salvar… mierda. Eso era algo más bien difícil de creer…

-¿Qué haces aquí?

-¿Tú que crees? – ¡Buag, estaba molesto este tipo!

-¡Pensaba que todavía estabas herido! ¡No has vuelto ha aparecer por la uni!

-¡Después de que tu novio se halla proclamado el dueño de la uni, cualquiera se acerca!

-¡Pues no sé que haces en la fiesta de Naomi con él paseándose por aquí! – Sparky abrió los ojos como platos.

-¿Tu novio está aquí? ¿¡Y que carajos haces hablándome!? ¡Me romperá otras dos costillas!

-¡Lo estoy buscando! – Sparky me dio la espalda, dirigiéndose a la cocina. Fui detrás de él enseguida, chocándome con varias personas por el camino, intentando abrirme paso entre la muchedumbre. Ni loco me volvía a quedar solo en ese manicomio. - ¡Espera, espera! ¿Lo has visto? – Sparky puso los ojos en blanco mientras cogía un vaso lleno de ponche sobre la mesa de la cocina y le daba un sorbo.

-¡Estoy vivo, obviamente, no nos hemos cruzado, así que aléjate de mí!

-¡Pero…! – intentó huir de nuevo, pero le agarré del brazo casi en un acto reflejo, colgándome prácticamente de él. Él se giró, rabioso. Su cara de mal genio me recordó a mi Ryunosuke inmediatamente. Creo que hasta me ruboricé imaginándolo frente a mí, con esa expresión que, aunque no deparara nada bueno, en cierta forma me gustaba. Esa cara de chico malo.

-¡Tachihara, joder! ¡Suéltame! – reaccioné con ese grito. No era el momento para ponerme a soñar despierto.

-¡Te soltaré en cuanto encuentre a Ryu!

-¡No es mi culpa si te ha dejado tirado, para empezar, no sé que diantres haces aquí! ¡Si yo fuera tú le tendría la guerra declarada a la puta de tu ex!

-¿Qué? ¿Por qué? – Me levanté del suelo al que prácticamente me había tirado agarrando la mano de mi archirival para retenerlo a mi lado y empecé a buscar a Ryunosuke con la mirada entre el montón de personas que se movían histéricas de aquí para allá. Sparky no parecía tener intención de huir por el momento, así que le solté el brazo. Me miraba con el ceño fruncido.

-¿Cómo que por qué? ¡Por que no sé como puedes entrar por la puerta con tantos cuernos encima! – mis ojos se desviaron de la muchedumbre hacía Sparky instantáneamente. No sabría explicar que cara tendría en ese momento, si de idiota o de idiota rematado, el caso es que lo miré sin entender nada.

-¿Qué? – Sparky me observó con una ceja alzada. Después, se empezó a reír, negando con la cabeza.

-No puede ser… tú no lo sabes…

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