—¡Dazai! ¡Regresa aquí y termina las ecuaciones!
—¡Ya lo hice, y no pienso hacer más!
Osamu corría por los pasillos siendo perseguido por Kunikida, el profesor de matemáticas al que todo el mundo tenía miedo, pero él no, él se la pasa sacándolo de sus casillas y aunque Kunikida fuera muy paciente con todos, ese chico castaño siempre lograba ponerlo furioso. Cuando por fin logro esconderse metiéndose al cuarto de limpieza, suspiró aliviado, pero Kunikida seguía por ahí buscándolo para obligarlo a recuperar las dos clases a las que no asistió, ¿Razón? No tenía ganas.
Sacó su celular del bolsillo tecleando impacientemente a la única persona que podría ayudarlo en esa situación, y también a quien había buscado toda la mañana.
Desde el último beso en la biblioteca todo fue como un detonador al que no hubo marcha atrás. Cómo si un interruptor hubiera sido presionado, cada vez que tenían la oportunidad sus bocas se buscaban hambrientas. No importaba si era por la tarde o por la noche, mientras estuvieran solos daba igual. Estaban experimentando cosas nuevas como todo adolescente. Solo eso y nada más...
Chuuya llegó al casi solitario pasillo meneandose de lado a lado en un intento por disimular que no estaba esperando a nadie. Habia recibido un mensaje de su compañero de habitación diciendo que era muy urgente y que necesitaba verlo en ese instante. Esperaba que fuera algo importante, porque había dejado a su equipo de voleibol entrenando sin él, solo para acudir a la petición del suicida.
—¿Dónde está esa momia? —durante varios minutos esperó, incluso se sentó en el piso para pasar el rato jugando un videojuego en su celular, pero pasaban los minutos y la presencia de Dazai no se veía por ningún lado. Le mandó varios mensajes que el desgraciado ni siquiera revisó y su paciencia se agotaba.
Estuvo apunto de irse cuando la puerta del cuarto de limpieza se abrió de golpe y unas largas manos rodeadas de vendas lo obligaron a entrar al estrecho lugar donde su espalda choco contra el cuerpo de la otra persona y tras eso, la puerta fue cerrada fuertemente con un azote que debió escucharse por todo el pasillo. No hizo falta preguntar quién era, nadie más en todo el internado tenía ese olor a libros viejos que tanto repudiaba. —¡Sorpresa! estuve aquí todo el tiempo.
Chuuya giró sobre su eje topando con la sonrisa burlesca de Dazai que le dejaba claro que solo lo estaba haciendo perder el tiempo. Conteniendo las ganas de soltarle un golpe se limitó a gruñir molesto. —¡Te estuve esperando! ¡¿Qué haces aquí dentro?! ¡¿Qué es lo que quieres, maldita escoria?!
—Solo quería que te perdieras del entrenamiento. —dijo en un tono juguetón e infantil. ¡Ahora sí! El puño de Chuuya fue en busca de dejar un golpe en su mejilla, sin embargo, Dazai la detuvo tomándolo con su mano antes de que pudiera impactar contra su rostro. —¿Puedes ser menos agresivo? Aun no termino. —suspiró. —Estuve pensando...
—¿Piensas?
—¡No puedo creer que sea tan jodidamente difícil sostener una conversación civilizada contigo!
—¡Eso no pasaría si no fueras tan idiota, Dazai!
El castaño suspiró pesadamente consiguiendo calma. Tenía que ir al grano. —Escucha, Kunikida quiere que recupere los dos días que falté a su clase y está merodeando por ahí buscándome.
—¿Y eso a mí qué? No puedo hacer nada por ti.
—Tu le agradas, piensa que entre tú y yo, eres el más coherente, aunque eso sea una mentira.
—Pues yo creo que no se equivoca.
—¡Solo ayudame! —pidió. —Haz que se vaya o algo.
Rodó los ojos resignado, dándose vuelta nuevamente hacia la puerta. —¡Aahg! Espérame aquí, bastardo. —¿Que tan difícil era hacer que Kunikida dejara de perseguir al vagabundo? Además, luego de eso podría quitarle el control de la lámpara como recompensa por ayudarle, ya que ni de broma lo haría gratis.
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Internado || Soukoku
FanfictionChuuya y Dazai fueron enviados por error al mismo internado en Londres donde deberán aprender a controlar sus hormonas de adolescentes en un lugar donde conviven 24/7 Atte: La Trenza De Draken.