Alcaudón

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—No es el mismo sujeto.

—¿De qué estás hablando?

Era un día soleado, caluroso y ese era quizás el peor momento para encontrar un cuerpo en medio de un parque. Estaba montada, claro, y entraba en el perfil, pero Will podía ver claro como el agua que la chica muerta frente a él no era víctima del Alcaudón. No podía serlo.

Se sentía tan increiblemente apretado en su corset ese día. Incluso el delicado algodón gris de su ropa parecía sofocarle. Hannibal le había regalado aquella chaqueta como parte de su cortejo, una delicada prenda de algodón con bordados, perfecta para el día a día, mucho más ajustada y alegre que las sombrías prendas que habitualmente llevaba, pero no le desagradaba, era de buen gusto y añadía algo de color a su armario lleno de negros y azules.

No quería usar un abanico, pero el calor comenzaba a ganar terreno sobre todo lo demás, abanicandose con su sombrero y tratando de concentrarse en lo que estaba haciendo.

—No es él, él no mataría así. Mírala, está... bueno, desnuda, para empezar. Incluso con Christian Thomas, se tomó la molestia de cubrirlo, de hacerle ver... tan bien como un cuerpo puede lucir, hay afecto, hay una conexión, aquí no hay nada. Es como ver una vaca en una carnicería...

Se obligó a mirarla de nuevo, después de su acuerdo con Hannibal el tiempo comenzaba a terminarse, su celo se había atrasado un par de días pero podía sentirlo ahora, ardiendo en su pecho como un presagio, no pasaría de esa noche. Terminaría de resolver este caso como un omega marcado y preñado, como lo que tanto le asustaba ser.

Mientras buscaban indicios dos chicas más aparecieron. Cabello largo, castaño rojizo, pecas, ojos azules, misma edad, misma altura, todas mujeres de la calle, todas chicas pérdidas que vendían su cuerpo para pagar algún cuartucho y poner comida en la mesa. No vivían con su familia, no tenían esposo y tampoco hijos, ninguna tenía más de 20 años.

—Creo saber quién es— Dijo Zeller, caminando hacia ellos con un trozo de papel en las manos.— Marissa Schurr, 19 años, vivía a unas cuadras de aquí con su madre y tres hermanas menores.

Imposible, eran niños perdidos, lejos de casa. Marissa Schurr tenía una familia, un hogar a dónde volver. Luego de tantas víctimas iguales ¿Qué le hacía cambiar de opinión ahora? ¿Qué tenía de diferente Marissa Shurr como para diverger de sus preferencias a ese punto? Will sabía bien la respuesta, nada. Este asesino no era el Alcaudón, era un perfecto extraño que se había puesto sun disfraz de otro asesino para matar a una chica inocente y pasar desapercibido.

—¿Prostituta? —La voz de Jack sacó a Will de sus pensamientos.

—No sabemos de ningún arresto, la reconoció una de sus hermanas, dice que trabajaba como costurera en un taller cerca de su casa.

—Esto no tiene ningún sentido. Marissa Schurr no es una víctima como las otras... 11 chicas, todas con vidas tan similares, pero ahora decide probar algo nuevo.

—Quizás está aburrido.

—No las mata por diversión...—Debatió Will, necesitaba apartarse del sol. Su piel ardía y sus mejillas estaban rojas, al igual que la piel de sus orejas, dándole un aspecto tan abochornado como se sentía.—No, no ella no le sirve, mírala. Nadie cuidó de ella, la mataron y la dejaron aquí pero no como un homenaje, como una burla.

—¿Un loco hablándole a otro?

—Quizás, quizás es un admirador, no lo sé. Pero sí sé que no fue el Alcaudón el que le quitó la vida.

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⏰ Última actualización: Jul 21, 2023 ⏰

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