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Estaban en una misión de reconocimiento del área y las especies. La verdad, es que el planeta era un lugar hermoso, pero infectado de una raza "superior" bastante imbécil, que lo único que estaba haciendo, era echar a perder todo su maldito ecosistema.

¿Cuál era su puto plan luego? ¿De que pensaban vivir si terminaban por destruir la Tierra? No tenían respeto por su propia especie, mucho menos por las demás con las que convivían.

—¡Malditos hijos de mil putas! ¡¿Qué carajos son estas cosas?! —masculló con rabia, dándose una palmada al costado del cuello.

—Los humanos lo llaman mosquitos, general, son una especie de insectos hematófagos. Y bueno, debido al lugar donde nos encontramos, son comunes de la zona y el clima.

—Búsquen una forma de exterminarlos ¡No pienso soportar un minuto más con sus putas picaduras!

—Es al único que están picando, tal vez el tipo se sangre con la que fue creado su cuerpo, sea más llamativa para ellos.

—Pues cambien mi sangre entonces —gruñó.

—General, a veces dice cada estupidez —murmuró el muchacho.

—¿Qué acabas de decir, Melliens? —masculló con rabia.

El joven castaño rodó los ojos y continuó caminando. Detestaba cuando le tocaba bajar de la nave con ese grandote imbécil. Su versión humana, como la Kerlakiana, era igual de estúpida.

El prefería quedarse arriba, observar todo desde allí y no ser parte de nada. Por suerte, y gracias al cielo, sólo le quedaban dos días más allí abajo, y luego harían cambio de lugares con sus compañeros.

***


Se despertó en medio de la madrugada al escuchar un zumbido extraño y al momento de mirar hacia arriba, vio su nave. Se puso rápidamente de pie, y observó que el maldito de Melliens ya no estaba allí.

—¡Ey! ¿Por qué nadie me avisó que esto terminaría antes? ¡Se están olvidando que yo soy su general!

General Garrelk, usted ha sido seleccionado como el primer kerlakiano que vivirá en la tierra como un humano durante los próximos seis meses.

—¡¿Qué carajos?! ¡¿Cómo se les ocurre dejarme en un planeta como este?! ¡¿Están locos?!

—No, experimentará una vida humana ahora.

—¡Me niego rotundamente a hacerlo! ¡Devuélvanme a la nave ahora mismo! ¡Es una orden!

General Garrelk, usted no sólo vivirá una vida humana ahora, sino también sentirá como uno.

—¿Qué?

Aprenderá lo que son las emociones, el deber y el respeto sobre todas las cosas. Nos estaremos comunicando con usted, que su estadía sea lo más sana y apacible posible. Buena suerte.

¡No pueden dejarme aquí! ¡No pueden hacerlo!

La nave terminó de desaparecer en ese instante, y en cuestión de segundos, salió de la Tierra, orbitándola.

El rubio abrió los ojos aturdido, comenzando a sentir una infinidad de emociones en ese momento, que lo estaban abrumando. ¿Qué se suponía que era eso? ¿Quién lo estaba provocando? ¿Por qué se sentía así?

—¡Cuando suban todos me la pagarán! —exclamó con rabia... Con lágrimas en los ojos.

Se habían atrevido a abandonarlo, solo, en un planeta completamente desconocido lleno de desquiciados incivilizados.

***

¡Qué tarde que era ya! No creyó que estaría regresando a esa hora a su casa. Pero por suerte, su demora había sido gracias a las compras de último momento que habían realizado sus clientes, así que, había valido la pena.

Encendió el radio de su vieja camioneta, y condujo por el oscuro camino de tierra que la llevaba a su granja. Sabía que a su papá no le agradaba en lo más mínimo que ella volviera sola a esas horas.

¿Pero qué podía pasar? No es como si alguien fuese a cruzar sus extensos campos en medio de la madrugada, y se le atravesara en el cami-

—¡Ahh! —gritó espantada, frenando de golpe cuando algo cruzó corriendo delante de ella, y sin querer, lo chocó—. Ay no puede ser, Dios mío, que hice.

Tomó su linterna y se bajó rápidamente, alumbrando frente a su camioneta. Y al ver lo que había en el suelo, más espantada se sintió.

Hasta la presión sentía que le había bajado ya.

—Ay santo cielo, Dios mío, por favor dime qué estás vivo.

—M-Mis... Costillas —jadeó desde el suelo.

—Ay perdón, lo juro, no te vi. Dios, no sé que hacer. A-Am ¿Cu-Cuántos dedos ves? —le preguntó temblando, alumbrándole el rostro y enseñándole tres dedos.

—M-Mujer estúpida, me g-golpeaste el tórax, no la cabeza —masculló jadeando—. ¿Y cómo pretendes q-que vea si me das con esa m-mierda en los ojos?

Lo miró y toda la preocupación y culpa que sentía dos segundos atrás, desapareció rápidamente.

—Pues haber como te levantas ahora, imbécil. Ayúdate solo —pronunció molesta, dándole la espalda para subir nuevamente a la camioneta.

¿Quién se creía que era para tratarla de ese modo?

...

GarrelkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora