—Muchas gracias —pronunció en un tono amable, pagándolo el viaje.
El rubio se giró y observó todo lo que habían comprado y ahora debían guardar... ¿Dónde diablos meterían tantas cosas?
Miró a Bárbara, que seguía con la misma expresión molesta en su rostro, y pasó por su lado, ignorándola.
—¿Puedes poner las gallinas y pollos en el corral? Iré entrando las demás cosas —le dijo tomando el costal de arroz y granos.
La joven tomó la jaula, y sin responderle nada, se fue hasta el corral que el general había armado. Estaba tan molesta, que ni quería escucharlo.
—Entren todas, vamos, sin excepción —pronunció metiendo las gallinas, y luego los pollitos—. Ahora les traeré unos granos y agua, de seguro es lo que necesitan después del viaje.
—Mujer, ven aquí —la llamó Garrelk desde la casa.
Bárbara rodó los ojos y se dirigió hasta él, cruzándose de brazos al estar parada frente al rubio.
—¿Qué quieres? Le estaba por llevar agua y maíz a las gallinas.
—Ponte algo de aquí —le dijo entregándole las bolsas.
—No, no pienso usar eso.
—Lo compré para ti.
—Sí, claro.
—¿Cómo que sí claro, Bárbara? ¿Vivo con otra mujer aquí? Pruébate lo que compré, necesito saber si te va o no.
—Y si no me va ¿Qué? ¿Vas a ir a ver a esa mujer nuevamente? ¿O es qué algo de aquí es para ella?
—Es estúpido e ilógico lo que dices —le dijo riendo—. ¿Le voy a dar algo que le compré a ella misma?
—Vete a la mierda —masculló con rabia, dándole la espalda para irse de allí.
—Ey, no te vas a ir de aquí hasta que te pruebes eso —pronunció ya molesto, tomándola de la muñeca—. O te lo pruebas tú por las buenas, o lo hago yo por las malas.
—¡Déjame, Garrelk! Si quieres desvestir a alguien y verla desnuda además, vete a buscar a la de la tienda.
La jaló para girarla y mirarla, confundido.
—¿Me puedes explicar que te pasa? Porque no te entiendo, no soy humano, Bárbara.
—Te ví como mirabas a esa mujer.
—¿Cómo la miraba? Pero si la miré como a cualquier otro humano, no te entiendo.
—¡Mentira! La estabas mirando de arriba a abajo, lo que menos le viste, fueron los ojos. ¡Sólo le estabas mirando las tetas!
—¿Qué dices? —rio—. Creo que tienes la percepción bastante alterada, quizás sea el calor que te hace delirar.
—¡No me trates de loca o exagerada!
—Mira, mujer, si la estaba observando, fue porque necesitaba explicarle más o menos que necesitaba para tí. Tú eres más delgada que ella, y eso le estaba explicando.
—¿Y tú te piensas que voy a creer esa estupidez? —le inquirió soltándose de él, con rabia.
—Okay —pronunció ya harto, tomando un vestido para enseñarle a ella—. ¿Crees que esta mierda le entraría a esa mujer? ¿O este? ¿O quizás esta camisa? ¿O la falda? ¿O este maldito pantalón? Dime ¿Crees que algo de todo esto le iría?
—No lo sé, tal vez sí.
—¿Tal vez sí?
—Ajá.
La miró, apretando la mandíbula, y arrojó todo al suelo, saliendo de la cabaña dando un portazo... Intentaba ser paciente con ella, ayudarla, y ella actuaba de ese modo inmaduro y estúpido.
Si no quería usar la ropa, que no la usara, él no le insistiría más.
***
Quizás había sacado conclusiones antes de tiempo. Luego de acomodar las cosas que Garrelk había comprado en la feria y dejado en la cabaña, se había tomado el tiempo de inspeccionar que le había llevado a ella.
Y había ropa muy bonita, que verdaderamente, a la chica de la tienda no le irían, ya que era más alta y robusta que ella.
Observó un vestido que le había gustado y suspiró... Qué estúpida había actuado con el general.
Había tomado una ducha rápida, para ponerse el vestido que había separado, junto a unos zapatos sin taco, que también había escogido él, y salió a buscarlo.
Sabía que no estaba muy lejos, ya que ahora se encontraba trabajando en lo que sería un establo. El día anterior le había contado que quería comprar unos caballos, para que desplazarse al pueblo fuera más fácil y rápido, que tener que ir caminando.
Lo encontró cortando unas tablas, sin prestarle atención a ella cuando se acercó a él.
—Te traje un poco de agua, creí que tendrías sed.
—Tengo un botellón se agua aquí, no necesito nada —le dijo sin mirarla, midiendo un tablón de madera.
—Garrelk, yo... Q-Quería disculparme, por la forma estúpida en la que actué, y tratarte mal. Lo siento —pronunció arrepentida.
—Está bien.
—¿Puedes mirarme?
Levantó la cabeza y observó que ella llevaba uno de los vestidos que le había comprado.
—Gracias.
—De nada —le dijo continuando con el tablón, tomando una sierra para cortarlo.
—¿No me vas a decir nada? —le inquirió bajito.
—¿Qué quieres que te diga? Si según tú, yo quería verle esa ropa a la vendedora, y no a ti.
...
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Garrelk
Science FictionA veces, las historias de nuestros abuelos, se hacen realidad.