PRÓLOGO
Todos oían el furioso tronar del cielo encapotado sobre el cementerio de Closterbville.
Las nubes grises habían aparecido por la mañana de forma repentina proyectando su sombra como temibles dioses, y desde entonces el día se había vuelto opaco. El aire estaba quieto y sofocante y las copas de los árboles se mecían inquietas mientras los pájaros volaban alborotados en lo alto del manto sombrío. Era como si la naturaleza contuviera el aliento.
Se preparaba para una tormenta.
Mientras tanto, en el cementerio de Closterbville, un grupo de personas vestía prendas caras y elegantes y lloraban en silencio frente a una fosa. Carther Hoover había sido encontrado muerto a un lado de la carretera.
El cielo rugió una vez más y aunque la brisa insistente ya rompía la calma, se oía la voz serena de un hombre con túnica negra que leía un libro con profunda solemnidad.
—Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado y el mar ya no existía más… —Las primeras gotas comenzaron a caer, y segundos más tarde cuando la fina lluvia se volvió constante, los paragüas negros invadieron el espacio en una inquieta danza sincronizada.
Sin embargo, para Maiara Everson el tiempo parecía haberse dilatado. Cada segundo se estiraba como si fueran hilos maleables entre los dedos de un niño, y aunque fuera su padre el hombre al que veneraban, no le importaban las palabras ahogadas de aquel hombre ni los truenos que quebraban el silencio. Desde su muerte, el dolor le aplastaba el pecho como una enorme roca y los días se habían vuelto pesados y eternos, como si se encontrara atascada en algún lugar del limbo. Pero no lloraba, no podía. A pesar del dolor que sentía, no había derramado ni una lágrima; y a decir verdad, cuanto más lo miraba, menos concebía la idea de él dentro de un ataúd.
La piedra en su pecho apretó un poco más, pero lo que crecía no era sólo dolor y tristeza.
—... respetado y amado por todos, Carther Hoover era un humilde y amable hombre que dedicaba cada segundo al apoyo de aquellos que más lo necesitaban… —Se oyó el estruendo de un rayo lejano que sobresaltó a todos los presentes, pero a pesar de que la brisa ya golpeaba con severidad y los cuerpos se movían inquietos, la voz monótona del hombre continuaba quebrando el silencio, rehusandose a terminar la ceremonia y perdiéndose en sus pensamientos.
Algunos metros adelante, la mirada triste y petrificada de un ángel de concreto se clavaba entre la multitud con determinación, como si estuviese vigilando cada uno de sus movimientos. La joven siguió sus ojos con pesadez y para su sorpresa, se encontró con la esbelta figura de Nickolas Van Ghurd, quien inmediatamente le dirigió una cálida sonrisa, haciendo que algo se removiera en su interior. Era el chico alto y risueño que, hacía años, había robado su corazón. No esperaba verlo allí pero de alguna forma, su presencia la hizo sentir más cómoda.
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Legado
FantasyLa onda se expandió por todo el lugar. Pude sentirla, la energía fluyendo a partir de mi. Ahogándome, casi asfixiándome. El tiempo se enlenteció y pronto perdí el equilibrio, cayendo sobre mis rodillas. Todo comenzó a oscurecerse y no tardé en caer...