CAPÍTULO 6

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MAIARA

—¿Cómo vas? —preguntó Nick al otro lado del teléfono.

Llevaba varias horas terminando un trabajo para Arte y Comunicación, que se suponía era en equipo, cuando Nick me llamó con una propuesta.

—Terminando —respondí—. No será un excelente pero espero que al menos alcance para aprobar. ¿Vas a decirme cuál era tu idea para hoy?

—No quiero distraerte.

Despejarme era justo lo que necesitaba. Además, últimamente daba cualquier cosa por estar a su lado. La noche anterior tal vez no había salido caminando de la habitación, pero mis sueños habían sido intensos y en ellos definitivamente aparecía Nick.

—Sólo me falta la bibliografía —mentí.

—¿Segura?

—Sí —aseguré, deseosa por saber qué había planeado.

—Bueno, en ese caso, tengo una sorpresa para hoy.

Me mantuve en silencio, esperando a que continuara hablando y proporcionara más información, pero parecía reacio a compartir los detalles.

—¿No vas a decirme cuál es el plan?

—No. Es una sorpresa.

Refunfuñé exageradamente para que pudiera oírme.

—Entonces...¿paso por ti a las cuatro?

—Sí. —Miré la hora y maldije para mis adentros, ¡faltaban tan sólo dos horas!

Ok. Tal vez no fuera la chica rica de la mansión, superficial e hipócrita, pero sí demoraba muchísimo tiempo alistándome. Además, quería darle un último vistazo a todo el trabajo después de terminarlo, siempre hay algo para corregir.

—Genial, en ese caso... —comenzó a despedirse satisfecho.

—¿Nick? —le interrumpí apresuradamente, pero luego dudé y traté de pensar mis siguientes palabras. Había estado pensando en ello todo el día y aún no sabía cómo empezar a hablar. Tomé aire y agregué—: Eh...yo también tengo una propuesta.

—¿Si? —Su voz metálica se llenó de sorpresa y curiosidad. Lo oí removerse, esperando a que dijera más.

—Sí —respondí con una amplia sonrisa en la cara, una malvada idea se había cruzado por mi mente. Si él quería agregarle misterio al asunto, yo también lo haría. Además, así tendría más tiempo para pensar en cómo le pediría que me acompañara al baile.

Había llegado a la conclusión de que con él a mi lado la noche podía ser más interesante. No tenía nada que ver con mis sueños ni mis deseos de pasar tiempo a su lado. Claro que no.

—¿No vas a decírmelo, verdad? —se quejó con una pizca de frustración en su voz.

—Sí. Esta tarde.

—Qué mala eres.

Después de despedirnos, terminé el trabajo y me duché lo más rápido posible.

—¿Vas a salir? —preguntó Amanda cuando bajé a buscar mis zapatos.

—Sí.

—¿A dónde? —Aún tenía el celular en sus manos y conversaba por el teléfono mientras alistaba a Leila para dejarla en el centro de recreaciones.

—Por ahí —respondí, tratando de evadir su mirada inquisitiva.

Ella rodeó los ojos y ayudó a la pequeña Ricitos a prenderse la campera, antes de que se le escapara de las manos y se lanzara sobre mí.

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