—...Ryan te está mirando Katherine —siseó Tayna.
Las tres chicas caminaban por los pasillos de la institución hacia los casilleros. Desde la salida de clases, Tayna y Katherine estaban cuchicheando sobre chicos, no paraban de hacerlo. Nunca paraba de hacerlo. Básicamente, su vida giraba en torno a ellos: ¿cuál es más lindo? ¿cuál es más fornido? ¿cuál tiene mejor físico? ¿cuál parece ser más valiente? Cuál, cuál, cuál.
La voz imitada de las chicas sonó en su interior, burlándose.
—Nah, probablemente sea a Maiara —bufó ésta con desdén—, todos están siempre detrás de ella.
Maiara pudo sentir la pizca de celos en su voz, así era siempre. Jugaban a las amigas con ella, pero en el fondo, no eran más que un par de arpías.
Después de mudarse, su vida cambió rotundamente. No sólo tenía un nuevo hogar y muy pronto tuvo también una hermana, sino que en ese lugar, los chicos y chicas parecían sacados de una tonta película americana.
Cuando supo que había sido aceptada en la majestuosa Universidad de Arte de Rebintosh, la felicidad la inundó. Finalmente, podría tomar las riendas de su vida y estudiar lo que amaba. Anhelaba conocer gente interesante y amigable, con quienes pudiera tener conversaciones significativas, reír y disfrutar. Tal vez incluso encontraría a alguien especial que la comprendiera y apoyara en su crecimiento. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que, sin importar el prestigio de la institución o la edad de quienes las rodeaban, algunas personas simplemente carecían de esa visión del mundo.
—¡Eh! Aquí viene.
El rostro de Katherine se iluminó, con la esperanza de que se acerque a ella, pero definitivamente no lo hizo.
—Hola Kath. —Saludó sin mirarla. En cambio, agregó en un tono seductor—: Maiara.
Ésta buscó la llave de su casillero en el bolso sin siquiera mirarlo. Cuando levantó la cabeza, observó cómo ridículamente Ryan apoyaba su brazo contra el metal frío de los casilleros y se colocaba en una pose que, indudablemente, resaltaba sus músculos. Agitó su melena rubia y sonrió con sus perfectos y brillantes dientes blancos.
—¿Qué dices? —Volvió a moverse, esta vez metió sus dedos pulgares en sus hebillas y apoyó el pie derecho en la pared— ¿Vienes conmigo?
Wow, wow, ¿de qué se había perdido?
—¿Disculpa? —preguntó sin darle demasiada importancia a su nueva pose.
Después del entierro de su padre, los días habían sido terribles. Amanda había vuelto al ruedo con sus negocios y no paraba de ir de aquí para allá con su celular continuamente sonando, lo que la dejaba a ella a cargo de Leila la mayor parte del tiempo. Michael Gadwyn había estado llamándola reiteradamente pero nunca le había atendido, no estaba lista para discutir qué pasaría con lo que quedaba de su padre. Mikail continuaba desapareciendo y apareciendo por la mañana, justo para molestarla cuando bajaba a desayunar, pero al parecer, no pretendía irse. Por su parte, Maiara había estado faltando a la universidad, en aquellos momentos sólo quería encerrarse en su habitación, pero el fin de curso estaba próximo y ya no podía huir de sus responsabilidades. Cuando no estaba jugando con Leila, se encerraba en su habitación con Wonky, su gato, y trataba de escapar de su vida, sumergiéndose en algún libro de misterio. Hasta esa mañana, cuando había decidido que había sido suficiente, si se quedaba en esa casa un día más se volvería loca.
—Al baile nena. ¿Vienes conmigo o no? Porque muchas más chicas mueren por asistir con esta figura —. Señaló su cuerpo como si este fuera un apetecible bocado y Maiara arqueó una ceja, más asqueada que confundida. Nunca podría comprender qué pasaba por la mente de Ryan para comportarse de esa forma— Pero yo te deseo a ti, claro.
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Legado
FantasyLa onda se expandió por todo el lugar. Pude sentirla, la energía fluyendo a partir de mi. Ahogándome, casi asfixiándome. El tiempo se enlenteció y pronto perdí el equilibrio, cayendo sobre mis rodillas. Todo comenzó a oscurecerse y no tardé en caer...