CAPÍTULO 7

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Los nervios y el ansia se sentían en la habitación.

Quizás al principio no le había parecido tan buena idea ir al baile de fin de curso, después de todo, no le fascinaba la noción de pasar una noche con sus estupendos compañeros de universidad. Sin embargo, poco a poco, una idea había comenzado a formarse en su mente hasta que decidió que aquella sería la excusa perfecta para salir con Nickolas.

Mientras corría de un lado al otro buscando lo apropiado, uniendo lo que combinaba y apartando lo que no, maquillándose y retocándose el pelo, se preguntaba si podría decirse que aquella sería su primera cita.

Tayna la había llamado en cinco ocasiones, cada vez más encolerizada hasta que prometió ir a buscarla si no marcaba presencia antes de las nueve, y hacía ya un buen rato que Mikail se había esfumado sin dar explicaciones, dejándola sola en la enorme mansión. Aunque no quisiera admitirlo, la sensación de inseguridad crecía en su interior, especialmente después de notar a aquel hombre siguiéndola y de recibir la advertencia en Alhena. Se preguntaba si habría alguna conexión entre ellos, si aquel hombre acosador también era el responsable de los aterradores mensajes que recibía, ¿qué quería de ella?

Miró el reloj de la pared: las ocho.

Suspiró y subió trotando las escaleras, abrió el armario y rebuscó entre todas las prendas algo adecuado para la ocasión, tratando de apartar aquellos pensamientos de su cabeza. Finalmente eligió un vestido largo y celeste pálido, y decidió cambiarse el peinado. Se adentró al baño y peinó su cabello de manera que aún suelto, tuviera forma y volumen.

Algunos minutos después el claxon de un auto sonó y supo que era hora. Se acercó por la ventana y vio a Betho charlar animadamente con un elegante Nickolas mientras lo acompañaba hasta el hall.

—Oh por Dios —musitó estupefacta.

El traje gris resaltaba la generosidad de su sonrisa, dándole un aire sofisticado y elegante que no estaba acostumbrada a ver en su antiguo vecino. Definitivamente le sentaba bien. Viéndolo allí, se rió al pensar que lucía como un auténtico príncipe azul.

Tomó el bolso de su habitación y cuando se miró al espejo apurada, descubrió que aún faltaba algo. Cuando salió por fin, la flor de liz colgaba de su cuello produciendo pequeños destellos.

Cuando bajó las escaleras, Nickolas le tendió la mano en un gesto caballeroso que le arrebató una sonrisa.

—Esta noche permíteme ser el caballero —pidió mientras la ayudaba a bajar.

Ella asintió, y tomó su mano, tratando de ocultar la vergüenza mientras se preparaba para lo que esperaba fuera una noche mágica. Ciertamente, desde que Nickolas la había besado, había soñando más veces de las que podía contar con una oportunidad como esta.

—Luces hermosa —comentó él. Esta vez, seguro de sí mismo y sin titubear.

—Gracias. Tú estás...—no supo qué decir y el calor invadió sus mejillas al instante. ¿Podía decir sexy?—...muy elegante.

Afortunadamente, Nickolas se rió y la guió afuera como si aquella no fuera su propia casa y ella no supiera el camino hacia la salida. Quitando la emoción y el romanticismo, el gesto le parecía un tanto ridículo, pero por aquel momento y quizás durante aquella velada, se permitió ser la princesa del cuento.

Cuando llegaron al baile, le advirtió sobre el comportamiento de sus compañeros y se disculpó por arrastrarlo hasta esa situación. Pero él se mostró comprensivo, incluso ante las miradas curiosas y descaradas de todos allí dentro.

—Maiara Everson, ¿me concedería esta pieza? —preguntó a mitad de la noche. Hasta el momento, habían estado bebiendo el típico ponche y charlando animadamente en un rincón, pero la pista se había comenzado a llenar y a pesar de que Nickolas había querido decirle aquellas palabras toda la noche, ninguna canción le parecía la apropiada para hacerlo.

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