Me quedé paralizada, observando las expresiones preocupadas de los que me rodean. Mi madre negó con la cabeza, impactada y Rain permanece estático, con los ojos consternados, nadie esperaba que yo dijera todas esas cosas, creo que ni siquiera esperaron que gritara.
Y eso me hizo sentir tan mal. Bajé la mirada y la clavé en mis zapatos, sintiéndome profundamente culpable, un nudo se aloja en mi garganta y se intensifica, quitándome el habla. Esperé tan solo lo peor, el regaño, aunque, en una pequeña parte de mi ser, se sentía liberador.
—Summer, estás castigada, jovencita, por gritarme de esa manera y por escaparte de casa.—sentenció, con una voz estricta.
¡Que no me escapé! Grité en mi mente, pero lo contuve, no me permití exteriorizarlo. Asentí con desgana y me di la vuelta, dispuesta a marcharme. No tengo más nada que hacer ahí. Ha sido un día terrible. Subí las escaleras con pesar y mi rostro se sumió en una expresión triste.
Quisiera saber, ¿Cómo vuelvo a sonreír? Se me hace tan difícil generar una sonrisa en mi boca, principalmente porque el ardor sigue presente en la herida de mi labio, escuece. Tragué saliva con dificultad y me detuve frente a la puerta de mi habitación, ¿Por qué todo parece gris? Tomé la manilla con resignación y me adentré a mi cuarto sin más.
Miré a mi alrededor, la mayoría de los objetos que tengo son de color rosa, nunca me detuve a detallar con un ojo crítico lo que adquiría. Solo, me gustaba y lo conseguía. Agarré un peluche que suelo tener de adorno en la peinadora y sentí la textura entre mis manos, es... Bonito.
Sonreí con tristeza, una punzada de dolor me atravesó el corazón y me hizo tocar el área de mi pecho con fuerza. Respiré hondo y dejé que las lágrimas salieran de mis ojos, sin descanso, sin reparo, sin remedio, solo permití que lo que había estado conteniendo por tanto tiempo, se dejará ver un poco. Caminé hasta mi cama y me senté, la presión en mi pecho es sofocante.
No sé cuánto tiempo estuve así, envuelta en un profundo llanto, quería un abrazo de alguien en especial, Amanda. Merecía todo lo que ella sufrió, merecía cada golpe, cada grito, cada gota de sangre derramada, siempre debió ser la mía, pues yo fui quién prefirió escapar, quién siempre fue una cobarde. Por eso, merezco lo peor.
××
Apreté las correas de mi mochila con fuerza, estoy a punto de bajar las escaleras para dirigirme al instituto, pero el temor me hizo detenerme. Me da un poco de vergüenza, no sé por qué razón, enfrentarlos ahora, claro, me volví loca ayer, en mi defensa, ¡Fue un día difícil! Solo trataré de pensar que todo está bien, como siempre.
Continué mi camino, haciendo resonar mis pisadas en toda la casa, hay un silencio abrumador. Al llegar al último escalón, una cabellera pelinegra se asomó por la puerta de la cocina. El calor se extendió por mis mejillas de inmediato y mi corazón dió un vuelco, sin saber muy bien que hacer ante los nervios repentinos, alcé mi mano en forma de saludo.
—¡Rain, buenos días!—sonreí con amabilidad.
Él se me quedó observando por unos segundos con su típica expresión neutra, probablemente analizandome como siempre. Tonto, Rain. Esperé a que hablara pero no dijo nada, volvió a meterse en la cocina sin decir una sola palabra. Fruncí el ceño, confundida y mi puchero habitual nació por inercia.
No quería creer que volvería a ser el mismo conmigo pero ya veo que tenía razón. Suspiré con resignación y me dirigí a la puerta de la entrada principal, la abrí con cuidado pero una mano en mi hombro me detuvo.
Giré mi cabeza confundida, encontrándome con un indiferente Rain.
—¿Olvidarás tu desayuno?—inquirió, manteniendo su expresión seria.
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Summer y Rain
Romantizm¿Podrían dos personas ser tan diferentes que incluso sus nombres son opuestos? Summer está acostumbrada a ser amigable, una mezcla de alegría y curiosidad, sumergida en una burbuja de inocencia e ingenuidad, donde no hay límites, donde trata de hu...