─Tiene que ser destruido. Preferiblemente dolorosa y rápidamente, pero cualquier cosa que diese como último resultado su muerte funcionaría.
Mew Parthenopaeus volvió la cabeza para ver a la Diosa Griega Artemisa aproximándose a él. Durante siglos, hasta ahora, habían estado unidos el uno al otro, y en momentos como éste la diosa realmente creía que lo controlaba.
La verdad, sin embargo, era muy diferente.
Vestido sólo con pantalones de cuero negro, estaba sentado sobre la balaustra de piedra del balcón de su templo, con la espalda apoyada en una de las columnas dóricas que lo unían. El balcón estaba hecho de un brillante mármol blanco sobre el cual se veía una impresionante vista del arco iris sobre una cascada y una perfecta escena del bosque. Pero nadie esperaría menos del Monte Olimpo donde los Dioses Griegos tenían su hogar.
Si sólo los habitantes fueran tan perfectos como el paisaje...
Con el flotante cabello rojo, perfecta piel de porcelana y profundos ojos verdes, Artemisa sería hermosa si Mew no hubiese dado a regañadientes cada respiración que daba.
─¿Por qué tienes tal grano en el culo tan repentinamente en lo que se refiere a Mos?
Ella curvó el labio.
─Odio cuando me hablas de esa manera.
Lo cual era exactamente por lo que lo hacía. Que los dioses le prohibieran hacer algo que ella quisiera. Ya tenía bastantes problemas con eso.
─Estás cambiando de tema.
Ella bufó antes de responder.
─Siempre lo he odiado. Se suponía que iba a morir. ¿Recuerdas? Tú interviniste.
Se lo estaba poniendo realmente demasiado fácil.
─Sobrevivió por sí mismo. Yo simplemente le di un trabajo al tipo después de que tú lo jodieras.
─Sí y ahora se ha vuelto loco. ¿No has visto que irrumpió en un museo la pasada noche, dejando sin sentido a tres guardias en el proceso y robando un artefacto de bastante importancia? ¿Cómo es que eso no está exponiendo a los Dark Hunters al escrutinio público? Juraría que lo hace a propósito, esperando a que lo cojan de modo que pueda contarles a los humanos acerca de nosotros. Es una amenaza para todo el mundo.
Mew se desentendió de su enfado incluso aunque estaba de acuerdo en que era no menos que un imprudente movimiento por parte de Mos. Generalmente el ex dios tenía más sentido común.
─Estoy seguro de que sólo quería recuperar un fragmento de su hogar. Diablos, lo que cogió, probablemente le pertenecía a él o a algún miembro de su familia. No voy a matar a nadie porque sienta nostalgia, Artie, eso de asesinar a alguien cuando están en el poder. Eso está mal.
Con las manos sobre sus curvilíneas caderas, lo fulminó con la mirada.
─¿Así que vas a ignorarlo?
─Si con eso quieres decir que no pienso autorizar su inmediata ejecución. Llámame loco, pero sí, voy a ignorarlo.
Lo miró entrecerrando los ojos.
─Estás siendo una pelota blanda.
Mew frunció el ceño hasta que se dio cuenta de lo que ella quería decir.
─Blando, Artie. Quieres decir que estoy siendo blando.
─Lo que sea. ─Ella se movió hacia su lado─. El Mew que yo recuerdo lo habría achicharrado en media fracción de segundo.
Soltó un agitado suspiro antes de responder.
─Frito, Artie, demonios, aprende a hablar. Me duele la cabeza al intentar imaginarme qué diablos quieres decir. Y en ningún momento en mi vida habría frito a alguien por algo parecido a esto.