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Bebé por encargo: Manual de la cigüeña para futuros padres primerizos.

Capítulo Seis.

A veces la cigüeña necesita un descanso profundo y continuar con su vuelo. 

Diciembre 12. 5th Park Slope – Brooklyn NY.

El despertador sonó, y no el que estaba sobre la mesita de noche; el despertador humano, Elliot. Desde que aprendió a caminar era el que salía de la cama más temprano para comenzar a recorrer el apartamento y era una pesadilla en pañales. Natasha ya se había encargado de dejar cada objeto filoso o peligroso fuera de su alcance, incluso de colocar sobre la encimera la cama de Louis.

Ella y Steve alternaban los días, pocas veces se quedaban a dormir en su pieza; por supuesto que Steve ocupaba el sofá. Las cosas entre ellos estaban algo tensas desde que tuvo la brillante idea de besarlo y ahora eso no dejaba de perseguirla por las noches. Era un pensamiento tan inquietante como Elliot solo en la cocina. ¿Tiempo para dormir? Eso era para débiles. Podría soportar no dormir una semana, podría...

¿A quién rayos quería engañar? Quería permanecer pegada a las sábanas las veinticuatro horas. Ser madre sustituta de Elliot le estaba friendo el cerebro con sentimentalismos y la estaba volviendo paranoica con algo que no existía, solo estaba en su cabeza. Además, era Steve, ¡Por amor al chocolate, era un idiota! Y ella era una adulta. Ambos eran adultos. Podrían superar ese lapsus brutus, desarrollo de personaje en su pequeña actuación...Como sea, era una nimiedad. Ahora, se pondría los pantalones para cubrir sus deprimentes pantaletas de abuela, prepararía la fórmula de Elliot y esperarían a Steve para ir a la guardería.

Natasha se levantó de la cama con una sonrisa y el fugaz pensamiento de que todo estaría bien. Lo tenía controlado.

El maullido seguido del siseo molesto de Louis y el sonido de algo romperse le advirtieron lo contrario

—¡Elliot, no!—Natasha corrió hacia él cuando Elliot decidió usar los cajones de la encimera como escalera.

Louis salió huyendo nada más ver una cazuela volar por los aires y Natasha atrapó a Elliot antes de cualquier otra desgracia.

Natasha tomó al niño en brazos y lo miró a los enormes ojos; este le sonrió.

—¿Qué te parece tan divertido?¿Acaso vas a extrañar producirme un colapso nervioso?—Elliot balbuceó—¿Eso fue un sí? Bueno, yo también voy a extrañarte...Un poco. Solo un poco.

Natasha suspiró. La llegada de James y Wanda estaba cada vez más cerca y las horas parecían correr más rápido desde entonces.

Ella lo vistió, dejó la comida de Louis y se encargó de verse decente para cuando Steve fuera por ellos. Si su sala no era presentable, al menos debía encargarse de no tener un calcetín pegado a su espalda.

El timbre sonó a los pocos minutos. «Era él», se dijo. Era la única persona que tocaba el timbre una sola vez y luego dejaba pasar treinta segundos para tocar una segunda vez. Rogers era extraño de un modo estructurado. Steve siempre era la imagen. Él era el paciente aunque por dentro estuviese a punto de explotar, era el que buscaba soluciones, el que no toleraba las manchas sobre cualquier superficie; en especial la x-box, solo él la toleraba a ella de una manera en la que nadie más hacía. Steve la entendía y sabía que si tocaba dos veces seguidas le lanzaría un grito que se escuche de la sala al otro lado del mundo y él no quería problemas...

Cuando abrió la puerta la interacción fue incómoda. «¿Así debería de sentirse? ¿No saber si quiera como saludarse?»

Elliot resultaba ser un gran intermediario, Steve desvió su atención hacia él, lo cargó en brazos y solo reparó en ella para darle una corta palmada en el hombro.

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