IX

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Bebé por encargo: Manual de la cigüeña para futuros padres primerizos.

Capítulo Nueve.

¡Es mejor tenerlo todo bien preparado antes de hacer nada! 

Diciembre 22. Salida a la 47th St. Astoria- Queens, NY.

—Natasha, ¿Podrías dejar de pinchar los globos, por favor? Vamos retrasadas, necesito al menos veinte de estos y apenas vamos cinco gracias a...

El sonido de un globo desinflándose lentamente por poco y hace que Wanda arrojarla por la ventana. ¡Y vamos que ese fue un "Pff" bastante brusco! estrechó los ojos en su dirección; pero Natasha alzó las manos con total inocencia.

—Yo no fui.

La risa de Elliot hizo que ambas giraran en su dirección, una más alarmada que la otra; era un hecho que Wanda no permitiría, jamás de los jamases, que su pequeño y dulce bebé se llevase un globo defectuoso a la boca, excepto que al revisarlo se encontró con otra sorpresa. No un globo, particularmente, aunque un pañal sucio que podía pasar como uno.

Wanda se lamentó en el primer segundo, a lo que Elliot solo la miró con ojitos inocentes y sonrisa de "lo siento, pero no lo siento".

—Ya vuelvo, iré a cambiarlo, no tardo. Puedes ir inflando los globos de ahí mientras tanto.

Natasha asintió y esta vez trató de cumplir con la tarea mientras los veía perderse en el pasillo.

Elliot tenía el brillo travieso de su padre en el rostro. Natasha pensó, con cierto disgusto, "Barnes". Y gruñó mentalmente. Todavía se preguntaba qué le vio, luego pensó que lidiar con bombas nucleares de popó ya era bastante malo como para seguir mortificando a Wanda con la misma pregunta tantos años después de su "fatídico matrimonio", pero es que ella era feliz.... Wanda era muy feliz con su esposo insufrible y su bebé explosivo.

La verdad, Wanda tenía una acogedora casa, tenía un esposo que la adoraba y, más allá de ello, la complementaba, tenía a Elliot que siempre le daba un sentido para seguir con ánimos aún si no los tuviera, y siempre le recordaba que amaba su vida. Pero eso era lo que Wanda quería. Natasha, por su parte, nunca antes se había replanteado qué quería exactamente para sí misma. Tenía un trabajo; sí, un apartamento y un gato... Eso debería ser suficiente, ¿No? También tenía a Steve, quien a lo mejor no era el hombre perfecto, pero confiaba en él; se burlaba de la tía Karen, retaba a su madre, hablaba de futbol con su padre, era un excelente compañero de trabajo y tenía un gran sentido del humor, incluso la hacía olvidarse por un rato de las facturas que tenía que pagar al final del mes.

Pero, desde hace unos días, Steve era lo único que tenía en la cabeza y no sabía cómo lidiar con lo que tenía que decirle. Porque Steve debía de saberlo. Anoche se había dedicado a evitar el tema a toda costa que ni siquiera recordó decírselo a Wanda.

Natasha miró el globo entre sus manos; rojo, redondo, brillante...era un globo perfecto. Y, de repente, solo lo pinchó. ¡Así como se pincharon sus ilusiones!

—¡Nat!

—Lo siento, no pude evitarlo.— torció los labios hacia un lado, con disgusto.

Wanda le quitó los globos y el inflador de las manos, colocó a Elliot en la mecedora frente al televisor y ella se sentó frente a Natasha; quien estaba fingiendo distraerse con el vuelo de su vestido sobre sus rodillas.

—Nat...¿Todo bien? No me has contado que sucedió ayer al volver a casa.

—Bueno, técnicamente...no tuve mucho tiempo de contártelo. Steve llegó, quiso platicar y yo me distraje. Me quedé dormida en el sofá, él se fue hoy temprano y me dejó un texto diciendo que llegaría aquí a tiempo para la fiesta de Elliot. No podía soltarle las cosas así...Sería demasiado. No...

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