V

341 38 9
                                    

Bebé por encargo: Manual de la cigüeña para futuros padres primerizos.

Capítulo Cinco.

Cada bebé es un mundo distinto, no por nada la cigüeña se tardó nueve meces. Solo les está dando el espacio necesario; deben sentirse seguros y confiados... 

Diciembre 06. 45 E 42nd St, Manhattan, NY.

Oficinas Stark & Co. 10:00 am.

—Clint, ya hablamos de esto. Es tu pasante, no tu sirvienta. No importa cuánta similitud puedas hallar en ambas cosas—se adelantó Steve cuando Clint estaba a punto de refutar—. No puedes mandarla por comida cada media hora; se quejará con Stark y tú terminarás obeso y desempleado si sigues jugando tiro al blanco en vez de hacer tu papeleo.

Steve lo regañó por quinta vez en el día. Su mañana había comenzado pesada con Natasha intentando que Elliot se pusiera de pie. Y ni hablar de cuanto durmió. Para variar, sus padres llamaron ese día y no tardarían en agendar su viaje sorpresa que, si hacía sus cálculos, podría ser esa misma tarde. Y él solo estaba ahí, bebiendo café mientras sus nervios se elevaban a niveles astronómicos.

—Steve, no puedo mandarla a usar la fotocopiadora todo el día. Solo busco la manera de que despeje mi oficina sin que Stark me regañe por perder un valioso recurso gratuito. No encuentro satisfactoria su presencia en este lugar, ¿De acuerdo? ¡Es una niña!

—Sí, y sabe muy bien cómo hacerte perder la paciencia. Hasta parece disfrutarlo. Deberías pensar una manera de cómo devolvérselo...Nunca pensé que tú, Barton, te dejarías vencer por una niña...

—Tienes razón, esa mocosa necesita saber quién es el jefe aquí.

—¡Eso es!

—Ella debe conocer su lugar.

—Bien dicho, hombre.

—Pronto sabrá que esa oficina no la pueden ocupar dos.

—¡Adelante, enséñale, amigo!

Steve vio con orgullo como Clint abría la puerta de su oficina para encontrarse con la agradable Kate. Ya le dirían como resultaba eso. Por lo pronto, había matado dos pájaros de un tiro; su responsabilidad en el caso porque Clint no podía echarla por su cuenta, y la paz que le producía no escuchar sus quejas constantes. Era una lástima que no pudiera hacer lo mismo con Jenny Cho, su estridente perfume inundaba el pasillo. Según Jenny solo usaba Chanel número cinco, y él sabía perfectamente que no lo era porque recordaba haberle regalado uno de esos a su madre para su cumpleaños pasado.

—Steven Rogers, no sabes la satisfacción que me da encontrarte solo en los pasillos y sin pequeño elfo pelirrojo.

«Carajo».

—Jenny Cho, reconocería tu horrible voz en cualquier parte...Que trágico tener que encontrarte solo en los pasillos en tan hermosa mañana.— Steve dio una sonrisa irónica de labios cerrados con una pequeña pausa para beber su café cargado.

—Encantador como siempre— murmuró con sarcasmo—. Sabes que hay otras formas de desquitarte conmigo, ¿No? De todos modos no es mi culpa ser mejor que Romanoff. Si tan solo dejaras de apoyar las causas perdidas quizá notarías el potencial que tendrías a mi lado como compañero y, si quieres, podemos probar otras cosas más interesantes...¿Qué dices?

Él no pasó por alto laestrecha mirada sugerente de Jenny Cho. Ya la había visto varias veces antes y Natasha la detestaba, solía decir que no ocultaba su promiscuidad y la hacía ver poco profesional, cosa en la que estaba totalmente de acuerdo.

Bebé por encargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora