CAPÍTULO 2

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No sabía si debía creerla o no, pero estaba muy asustada. Mi llanto se fue calmando.

"Será mejor que te eches a descansar, iré por agua y comida, intentaré no tardar", seguía con una expresión de seriedad absoluta.

"Vale, no me encuentro muy bien", dije tumbándome sobre el viejo colchón de una de las polvorientas camas.

Inmediatamente, noté que mis ojos empezaban a cerrarse, mientras en lo lejano de mi consciencia, noté como la mujer de ojos verdes salía por la ruidosa puerta por donde habíamos llegado.

Desperté con el cuerpo muy adolorido, imagino que ese colchón no ayudaba mucho a descansar en condiciones, poco a poco fui abriendo los ojos acostumbrándome a la pobre luz de la habitación e indicando a mi cerebro donde estaba.

Había dormido mal, entre pesadillas y sueños las imágenes iban y venían de mi mente.

"Hola" dijo la mujer de ojos verdes mirándome cuando la enfoqué.

Estaba sentada en una de las sillas, en la mesa había varios recipientes de comida y una gran botella de agua.

Noté que tenía una manta sobre el cuerpo al estirarme. Mi cuerpo pedía ir al baño.

"Disculpa... No sé cómo te llamas" dudé porque no sabía cómo dirigirme a ella.

"Mei" dijo sin cambiar ni un músculo de su cara.

"Disculpa Mei, necesito ir al baño", dije con timidez.

"Baño, no hay, pero esto ha de servir", dijo convencida mientras se levantaba de la silla y me hacía acompañarla.

Fuimos con la linterna por el pasillo oscuro y lleno de porquería, por el que habíamos llegado el día anterior, o hacía unas horas, no lo tenía nada claro, empujó otra puerta y me indicó con la mirada que entrase, porque ya no aguantaba más, si no, no entro allí. 

Montañas de desperdicios eran la decoración de ese lugar, unido a los desagradables olores, daban ganas de vomitar.

Esperó pacientemente a que terminase, pasándome unas toallitas húmedas que tenía en la mano.

Regresamos al pequeño cuarto, me senté en una de las sillas y ella en otra.

"Será mejor que comas algo, nos marchamos inmediatamente" dijo Mei.

Sin mediar palabra, revisé los envases de comida, eran unos bocadillos de jamón y queso, comí sin mucha hambre, tenía los olores del improvisado baño, metidos en mi cerebro.

Empecé a tomar agua y Mei me ofreció una pastilla, "es para el dolor de cabeza" explicó al ver mi expresión de duda, la tragué porque la cabeza iba a reventar. 

Se puso en pie y tomó la bolsa del ordenador, le miré con curiosidad.

"Es tu portátil" respondió.

"¿Mío?", dije realmente sorprendida.

"Aja, vámonos", alegó.

Salimos por el mismo oscuro y sucio pasillo, esta vez yo iba detrás mientras ella iba alumbrando el trayecto.

Antes de salir, indicó con la mano que esperase, me quedé quieta esperando instrucciones.

Con un gesto de cabeza manifestó que continuase, estábamos en el exterior.

Respiré profundamente el aire que, aunque no era de la mejor calidad, era bastante mejor que el del asfixiante edificio.

Había poca gente por la calle caminando, sopesé el gritar para pedir auxilio, pero una fría mirada de Mei, hizo que mejor  tuviese la boca cerrada.

El algoritmo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora