CAPÍTULO 9

18 6 1
                                    


Había descubierto que no quería compartirle con nadie,  me gustaba estar allí las dos completamente solas sin ninguna distracción.

Decidí guardar el secreto de la recuperación de la memoria, hasta terminar el proyecto, luego ya iría viendo como avanzaba todo.

Ya más animada, terminé de desayunar, limpié la cabaña y salí hacer ejercicio para proseguir con la rutina diaria.

Echaba de menos no tener a la mujer de ojos verdes a mi lado, viendo como movía sus músculos de manera tan armoniosa al compás de los sonidos de la naturaleza, pero estaba decidida a poder defenderme sola y;  si era necesario, poder defenderle.

Una vez aseada, me puse a trabajar en el algoritmo, recordaba con exactitud en qué punto estaba cuando se inició todo en la cafetería y que ya, faltaba muy poco para desarrollarlo al completo, lo continué con las ideas mucho más claras.

Por seguridad, cambié un + por un - en una de las operaciones clave, de manera que si fuera sustraído o copiado, sería algo totalmente inútil.

Así evitaba que, si caía en malas manos, lo pudieran utilizar.

Continúe durante horas trabajando, apenas me di cuenta que era de noche, mi espalda dolía después de tantas horas en la misma postura.

Me puse a preparar algo para cenar para cuando llegase Mei, no estaba preocupada porque había dicho que tardaría en llegar. 

Después de tener todo listo en la mesa, escuché el motor de un coche, salí ayudar con los bultos; con los nervios a flor de piel de volver a vernos después de la noche anterior.

Le saludé con una enorme sonrisa y un movimiento de cabeza hasta que detuvo el auto completamente.

"¿Todo fue bien?", pregunté emocionada de que ya hubiese regresado.

"Sí, será mejor que descarguemos y vaya a esconder el coche" habló con voz suave, evitando mirarme directamente a los ojos, imagino que por vergüenza.

Ayudé a acomodar todo, y cuando se iba a marchar nuevamente, le propuse ir con ella para saber dónde escondería el vehículo, ya que, si volvía a ocurrir un accidente o similar, sería buena idea saber su ubicación exacta.

Después de unos minutos, con argumentos de lógica aplastante;  no tuvo más remedio que acceder.

Yo estaba deseosa de estar a su lado, realmente lo del coche fue solo una excusa para justificar el poder acompañarle.

Despacio me fue explicando la ruta a seguir, le miraba totalmente embelesada. 

Circulamos ladera abajo, atravesando zonas donde no existía ningún camino o carretera, avanzábamos lentamente, hasta llegar a la parte de más frondosa y baja de la montaña, donde escondimos el coche entre unos matorrales. Tendrías que atravesar prácticamente esa parte para fijarte que estaba allí escondido.

Metió un juego de llaves en el hueco de un árbol tapándolo con un trozo de corteza, por si el otro juego se extraviaba, y necesitábamos escapar.

Me explicó, aunque estaba muy oscuro, el camino a seguir para dar con la carretera más próxima y esa me llevaría a otra principal.

Nos pusimos las linternas en la cabeza, y encaminamos el camino de vuelta a la cabaña.

Tardamos como una hora en llegar, ella lucía como que habíamos dado un paseo y yo estaba muy cansada del camino montaña arriba.

Apenas hablamos, y por supuesto, ninguna de las dos sacó el tema de la noche anterior.

Volvimos a calentar los alimentos, y cenamos con el único sonido del crepitar del fuego.

El algoritmo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora