CAPÍTULO 4

16 6 1
                                    

"Estaba dando un paseo, necesitaba aire fresco", respondí con la voz nerviosa, me sentí una niña sorprendida cometiendo una travesura.

Mei se acercó mucho a mí poniéndome más nerviosa aún. Me miró directamente a los ojos, como si pudiera leer mis pensamientos.

"No debes alejarte de la cabaña" dijo en tono serio.

Me estremecí ante la idea de que algo pudiera pasar.

"¿Qué quieres decir?, ¿qué peligro puede haber aquí? Estamos solas y no he dejado de ver la cabaña en ningún momento" inquirí, intentando ocultar el miedo.

Suspiró antes de responder. "Hay gente que te busca" explicó ella, mirando a su alrededor como si estuviera buscando algo.

"¿Qué gente?", indagué, ¿qué podía haber hecho yo para merecer ese tipo de atención por parte de desconocidos?

"No te preocupes por eso ahora. Lo importante es tener cuidado y no alejarte" dijo ella, separándose de repente y volviendo rumbo a la cabaña.

Me quedé allí siguiendo con la vista su camino de vuelta a la cabaña, hasta que le dejé de ver, cuando fue por la parte de atrás.

El miedo empezaba a apoderarse de mí. El corazón latía con más fuerza y mi respiración se aceleraba, las manos comenzaron a temblarme y sentía un sudor frío en la frente. El cuerpo estaba reaccionando fuera de mi control, la sensación de ansiedad era demasiado fuerte.

Intenté recuperar la calma respirando profundamente varias veces e intentando encontrar un punto de tranquilidad en mi mente, poco a poco recuperé el control.

El miedo es una emoción muy poderosa, si no sabes controlarlo puede terminar destruyéndote, pero algo tenía muy claro, no iba a dejar que ganase.

Me dirigí de vuelta a la cabaña de forma decidida.

Ella regresó al poco tiempo duchada.

"Estamos a salvo", indicó con voz totalmente relajada al cruzar su mirada con la mía.

"Necesito respuestas", dije. Ese desconocimiento de no saber a qué me enfrentaba, no me gustaba. 

Justo en ese instante, estallé.

Mi estado emocional tocó fondo. Empecé a llorar sin consuelo, la sensación de incertidumbre, el estrés, el desconocimiento y el desgaste psicológico de los últimos días hizo mella en mí.

Todo lo que estaba experimentando últimamente, consiguió que explotase.

Lloré inconsolablemente; mi cuerpo se convulsionaba sin control, sentí que Mei me abrazaba fuerte al ver que apenas podía sostenerme en pie.

Dejó que llorase mientras me sujetaba y acariciaba la espalda para tranquilizarme. 

Agradecí el apoyo y consuelo.

Lloré y seguí llorando hasta el agotamiento.

Estaba atrapada en una especie de limbo emocional, del que no podía avanzar hasta que tuviera claro que pasaba.

Con mucho cuidado la mujer de ojos verdes me había tumbado en el sofá.

Cubrió mi cuerpo con una cálida manta de piel; poco a poco los hipidos del llanto disminuían.

Ella estaba de rodillas frente a mí, mientras su mano acariciaba mi pelo, intentando apaciguar de alguna manera mi estado de ánimo. Los ojos empezaban a pesarme.

Al despertar me dolía todo el cuerpo. Enseguida regresaron a mi mente los acontecimientos del día anterior, sentí la boca seca. Tenía sed, hambre y precisaba ir al baño. El desahogo había aliviado la carga que tenía sobre mis hombros consiguiendo que me sintiese mejor.

El algoritmo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora