CAPÍTULO 3

17 6 3
                                    

Entre enormes pinos, había una pequeña cabaña de madera, no se veía muy grande, pero se integraba perfectamente en el entorno, como si formara parte del paisaje.

"Ve dentro" Agarré las bolsas que pude para ayudar y fui al interior.

La puerta estaba abierta, al entrar en la cabaña, el ambiente cambió mágicamente, por fuera parecía pequeña, pero el interior era sorprendentemente acogedor y espacioso.

Las paredes estaban cubiertas de enormes troncos de madera, lo que daba una sensación de calidez. Había una gran chimenea de piedra en una esquina de la sala de estar, con un fuego crepitante que invitaba a sentarse y contemplarlo.

La sala de estar estaba amueblada con un enorme sofá de tonos oscuros; también había una mesa de madera en el centro de la habitación, rodeada de cuatro sillas de estilo rústico.

El suelo estaba hecho de tablones de madera, con una alfombra mullida y cálida debajo de la mesa.

En una esquina, había una pequeña cocina con armarios de madera y una encimera de piedra. Estaba equipada con una estufa y un horno, ambos de leña, al lado un pequeño fregadero para limpiar los platos.

En el extremo opuesto de la sala de estar, había una pequeña escalera de madera que conducía a la parte superior, allí una cama grande cubierta con mantas de piel, a cada lado unas pequeñas mesillas y una pequeña ventana en el fondo.

Varias estanterías con ropa de cama, toallas, manteles, ropas, herramientas y algunos libros, adornaban la estancia.

Una mecedora y un par de sillas con una mesa completamente el espacio.

Era un lugar cálido.

Me senté en la gran cama descalzándome, y sintiendo que mi cuerpo por fin se relajaba.

Estaba agotada después de tantas horas de viaje y toda la tensión acumulada.

Escuché el crujir de la madera de alguien subiendo, apareció Mei con una gran botella de agua y una pastilla que me tendió.

"Esto te ayudará a descansar. Iré a esconder el coche, el baño está fuera, en una casita detrás de la cabaña, si necesitas ir, lleva una linterna". Antes de poder darle las gracias, se había marchado.

Me acomodé en la cama, después de tomar la pastilla, me quité todo quedándome en ropa interior, se estaba muy calentita.

Un millón de pensamientos volvieron a invadir mi cabeza. A pesar de todas las preguntas sin respuesta, había comprendido que Mei podía haberme matado varias veces si ese hubiera sido su cometido.

Cerré los ojos, dejándome llevar, por el suave sonido de la lluvia en el tejado de la cabaña.

Cuando abrí los ojos, desorientada, era de día, desconocía que hora podía ser.

Me sentía descansada por primera vez, estiré mi cuerpo para intentar recomponerlo y me levanté de la cama, vistiéndome de nuevo.

Bajé, divisando a Mei en el sofá con un libro, la chimenea seguía encendida y solo se escuchaba el sonido del fuego.

Por las ventanas de abajo, observé que ya no llovía y el sol asomaba tímido entre las nubes.

"Buenos días" dije con voz rasposa de recién levantada "¿has dormido?".

"Buenos días" respondió Mei "en la mesa tienes algo de comida." No respondió a mi pregunta.

Me senté a un lado del sofá, estudiando el libro que tenía en sus manos.

"¿Qué estás leyendo?", necesitaba hablar con alguien y ella era la única allí, pensé que tampoco respondería.

Mostró la carátula del libro, "Pamit Kita", debí de poner cara de sorprendida porque respondió. "El adiós de los nuestros".

El algoritmo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora