Un ataque inesperado [Darío y Fanos] {?}

23 1 0
                                    

― Darío...

El rubio se detuvo y miró a Fanos. Se había descalzado y había subido los pies al sofá para abrazarse las rodillas.

― ¿Qué pasa?

― ¿Cómo es tener... ya sabes... tener sexo con otro hombre?

― No me habías dicho que te atrajera otro chico.

― Es que no me atrae ninguno.

― ¿Por qué me preguntas eso entonces?

― Porque no quiero tener hijos... no quiero ser como mi padre, me volvería loco.

― Fanos, si no te sientes atraído por nadie de tu mismo sexo, no puedes obligarte a ti mismo a tener una relación homosexual. Aunque fuese sólo sexual, Fanos, no es buena idea. Mientras uses métodos anticonceptivos...

― Pueden fallar. El riesgo me da terror. Por eso todavía no...

Se mordió el labio para interrumpirse, pero Darío dedujo con facilidad lo que el castaño no había dicho. Nunca había tenido sexo.

― ¿Y si lo soy, pero no lo sé?

― Si lo fueses, lo sabrías. Repito: no puedes forzarlo. Si a mí se me ocurriese la locura de intentar fingir ser hetero, me la quitarías de la cabeza. ―se sentó a su lado― Mira, Fanos, si en algún momento te gusta otro chico, no tendré problemas en contarte todo lo que quieras saber y solucionar tus dudas, pero no voy a ayudarte a engañarte a ti mismo. No eres como tu padre.

― No puedo saberlo. Desde que me di cuenta de lo que pensaba mi padre cuando estaba conmigo, evito estar cerca de los niños... ni siquiera he visto a mi hermanastro desde entonces. Y sé que mi madre tuvo una niña cuando yo ya me había alejado, pero nunca la he visto...

― ¿Por qué dejas que tu padre siga controlando tu vida?

― No puedes entenderlo, Darío. Tú no sabes cómo me acariciaba...

― Necesitas ayuda más apropiada que yo, Fanos...

― No tengo tiempo para dedicárselo a psicólogos.

― Yo tampoco y, sin embargo, voy.

― Yo aún no he intentado matarme, Darío.

― Eso ha sido un golpe bajo...

― Perdona, lo he dicho sin pensar.

― No te disculpes, es verdad. Pero con más razón: tienes que ir antes de llegar a ese punto. Eres un buen chico, formal, agradable y afectuoso, serías un buen padre...

― También lo era mi pad...

La bofetada de Darío lo interrumpió.

― ¡Ya basta, Fanos! Tu padre y tú no sois la misma perso...

El rubio se interrumpió con un grito ahogado cuando Fanos se le abalanzó encima, pero no tardó ni un instante en silenciarlo con un beso.

No fue accidental ni podría haberlo parecido. Fanos había aprovechado el factor sorpresa para atraparlo entre el sofá y él, impidiéndole interrumpirlo.

― ¿Lo ves? Puede que sí sea gay, Darío. ―se separó lo justo para quitarse la camiseta antes de llevar los labios a su cuello― No me disgusta...

― Fanos, para. A mí tampoco me disgustaba besar chicas, pero eso no significa que sea bisexual.

― Entonces, ¿por qué tienes miedo?

― No tengo miedo, pero tú has perdido el juicio. Si sigues, más adelante te arrep... ¡Ah! ¡No me muerdas!

― Si me arrepiento, el problema es mío.

― ¡Y mío, genio, que soy con quien tienes intención de hacerlo!

― No creo que pueda ser el pasivo, ¿te importa serlo tú?

― Imbécil... nunca he sido otra cosa. Pero sigo sin querer acostarme contigo, así que deja de hacer el...

Se le escapó una exclamación de sorpresa cuando el otro deslizó una mano bajo su cintura y le levantó la cadera para pegarla a la suya.

― ¡Fanos, para!

― ¿Por qué no me habíais dicho que estáis juntos?

Los dos varones miraron en dirección a la voz femenina. Nikí, la hermana de Darío, los miraba con una ceja levantada, pero giró en el pasillo hacia su habitación.

― Os dejo, tortolitos, pero no hagáis demasiado ruido, tengo que estudiar.

El enfermero no dudó en aprovechar la sorpresa para escabullirse del universitario.

― ¡Espera, Nikí! ¡No somos...!

― Darío, deja que lo crea. Es mejor así.

― ¿Es mejor engañarla? ―preguntó, indignado

― No quiero que sepa lo de mi padre... no puedes explicarle esto sin contárselo antes. No volveré a saltar así sobre ti, pero no le cuentes nada. Si quieres, le diré que he saltado así sobre ti para gastarte una broma pesada, pero...

― No era una broma, Fanos.

― Ya lo sé.

― Al menos parece que su aparición te ha devuelto la cordura, pero...

― ¿Quieres que acabe lo que he empezado?

― No. ―Darío se separó y fue hacia el pasillo― Fanos.

― Dime.

― Vendrás conmigo a mi próxima cita con el psicólogo. No voy a aceptar ninguna excusa: si tienes clase, te la saltarás, vendrás conmigo y punto.

Relatos sobre personajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora