Capítulo 2

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Es extraño sentir esta sensación de felicidad a pesar de estar bajo esa prisión que mi padre ha creado para nosotros, esa en la cual no hay necesidad de existir barrotes para saber que no somos libres.

Pero existe ella amándome con la misma intensidad que yo la amo, ver su sonrisa y besar sus labios aunque sea escondidas, me hace construir sueños en los cuales vivimos una eternidad llena de felicidad estado juntos.

Dejo los platos sobre el fregadero cuando ella se encuentra lavando los vasos de la cena, beso su hombro al rodear su cintura y ella se remueve volteando hacia la puerta, temerosa de que seamos descubiertos, su miedo no es para menos.

—Te amo —susurra depositando un veloz beso en mis labios, sonrío.

—También te amo —doy por respuesta sonriendo embelesado en su belleza.

—Se ve mejor —habla observando mi ojo derecho, ha pasado casi un mes desde que Marcél asesinó a Greta y me dejó inconsciente ante la paliza que me dió, de la cual no recuerdo absolutamente nada.

De no ser porque mis golpes, que aún no sanan del todo, diría que ese usual arranque de furia donde mi padre casi me mata, no sucedió.

Ella continúa con lo que son sus deberes, según Marcél y yo no puedo dejar de observarla atontado, Fabiola es una chica sumamente hermosa, es la esperanza de seguir creyendo que debo luchar para escapar del yugo de mi padre, lejos de resignarme a vivir en este infierno como lo ha hecho Madsen.

Sin poder controlar mis impulsos y mi desmedido amor por ella, acuno su rostro para besarla, soy un inconsciente, lo sé. Ella corresponde mi arrebatado beso sin titubear.

Escuchamos un par de pasos y nos separamos súbitamente, yo friego algunos platos en tanto ella seca los vasos, ambos tratamos de disimular.

—Deberían de ser más cuidadosos —nos reprende Fegan al entrar a la cocina—. Saben muy bien todos los problemas que les acarreará esta relación —abunda molesto.

Mi hermano me ha dicho centenares de veces que mi relación con Fabiola es una locura, que si mi padre llegase a descubrirnos, nos matará a ambos. Fegan tiene razón, Marcél no dudaría ni un sólo segundo en darnos una golpiza hasta matarnos si se entera de lo nuestro, por ello debo buscar la manera de sacar de aquí cuanto antes a mi Fabi.

—No te preocupes, no volveremos a ser tan descuidados —se disculpa Fabiola.

—Son un par de malditos inconscientes —mi hermano vuelve a enunciar furioso.

—Oye, no le hables así —respondo molesto colocándome frente a Fegan.

—Fergus —habla ella tomándome por el brazo para que no inicie una discusión mayor con mi idiota hermano.

—Vámonos —enuncia él caminando hacia la puerta de la cocina—. Nuestro padre nos llevará a las ruinas. Serás quien pelee esta noche —me hace saber.

Nuestro padre descubrió hace algunos meses una nueva forma de explotarnos, el sujeto que le provee los estupefacientes que distribuimos en bares, antros y algunos puntos de la ciudad, le habló sobre una casa en ruinas donde se llevan a cabo peleas clandestinas y decidió que nosotros seríamos buenos para ser parte de aquello, por fortuna mis hermanos y yo hemos resultado ser los mejores en ese sitio ilegal, aunque eso no ha servido para que ante los ojos de Marcél seamos más que un grupo de títeres de los cuales beneficiarse y en quienes puede descargar toda su ira, amargura y frustración.

—No puede ir —interviene Fabiola notándose asustada, entrelaza su mano con la mía, me ve con pánico—. No se encuentra del todo recuperado, pueden...

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